viernes, 29 de marzo de 2024 00:00h.

Cuando las fotografías de Robert Capa las tomaban dos personas (y ninguna se llamaba Robert Capa)

Las fotografías de Robert Capa son bien conocidas. A lo largo de su carrera ilustró la guerra civil española, la Segunda Guerra mundial o el desembarco de Normandía, entre otros momentos fundamentales del siglo XX.  Pero Robert Capa, en realidad, fue un seudónimo que emplearon dos personas. El húngaro Endre Ernő Friedmann y la alemana Gerta Pohorylle (más conocida como Gerda Taro). Esta es su historia.

Los dos se habían conocido en Francia, muy jóvenes, y allí se habían enamorado. Compartían las mismas pasiones, las ideas respecto al mundo y el sentimiento de habitar un país que no era el suyo. Él había llegado hasta allí desde Hungría huyendo del fascismo, y ella, por el mismo motivo, desde Alemania, y los dos lo habían hecho armados con una cámara y convencidos de que la fotografía era una de las armas que mejor podía mostrar las desigualdades del mundo capitalista. Pero se encontraron con un problema: aunque sentían que sus trabajos eran buenos, muchas veces las agencias y los periódicos los rechazaban. Así que tras considerar que podía deberse a que sus nombres causaban rechazo por su procedencia o por algún tipo de prejuicio xenófobo, decidieron inventarse uno que resultara atractivo. Fue así como, tras algunas conversaciones, Endre Ernő Friedmann y Gerda Taro crearon a Robert Capa.

No se equivocaron. Los encargos empezaron a llegar. Y, por eso, cuando les llegó la noticia de que en España se había iniciado una guerra civil, decidieron desplazarse hasta allí con sus cámaras. Él tenía 22 años (faltaba poco para que cumpliera los 23) y ella 26, y estaban a punto de descubrir lo que implicaba una contienda así. El dolor, la sinrazón, el sufrimiento y a qué violencias podía llegar el ser humano en situaciones como esa. Y así lo retrataron en un buen número de fotografías. Entre ellas, la que hoy día es la más famosa de todas las que se adscriben a Robert Capa (y que quizá, según se ha apuntado recientemente, sea obra de Gerda), “Muerte de un miliciano”, y que tantos debates y controversias ha generado.

Allí fue también el lugar donde ella perdió la vida, el 26 de julio de 1937, cuando el grupo republicano con el que viajaba se replegaba ante el avance de sus adversarios. Ese día ella se subió al estribo del coche del general Walter, de las Brigadas Internacionales, hasta que, de repente, aparecieron varios aviones enemigos que violaban a baja altura. Luego, hubo unos instantes de nerviosismo y ella cayó el suelo. Y entonces, inmediatamente, sin que pudiera reaccionar, un tanque le pasó por encima. Muy pocas horas después, Gerda fallecería en el hospital. Fueron Rafael Alberti y María Teresa León los que reconocieron su cuerpo y evitaron que esa alemana que había dado varias fotografías históricas y que había acudido a España convencida de la firmeza de su causa, acabara en una fosa común.

Gerda Taro hacia el año 1936

Cuando Gerda murió, hacía ya algún tiempo que se había enfriado su relación amorosa con Endre. De hecho, después de varios meses en que los dos habían enviado sus fotografías a los medios sin que nada permitiera discernir quién sostenía la cámara, convencidos de que lo único que importaba era denunciar todo lo que ellos veían mal, habían optado por romper su empresa conjunta, quedándose Endre, en exclusiva, con el nombre de Robert Capa. Por eso, en el momento de su muerte Gerda firmaba como “Photo Taro”. Y por eso durante mucho tiempo se desconoció la importancia que ella había tenido en la historia de la fotografía.  

Endre sobrevivió a la guerra civil española y vivió la Segunda Guerra Mundial, en donde volvió a demostrar hasta qué extremos podía llegar para conseguir una buena imagen. De hecho, allí realizó una de las más peligrosas hazañas que recuerda el periodismo, pues fue el único fotógrafo que se atrevió a tomar imágenes de la primera ola del histórico desembarco de Normandía. Y todo para, finalmente, morir en otra guerra: la que Francia sostuvo para dominar Indochina. Así, después de tantos conflictos y de haber puesto en marcha la famosa agencia Magnum junto a personajes como Henri Cartier-Bresson, Endre decidió trasladarse al país asiático para cubrir el conflicto. Hasta que, un 25 de mayo de 1954, mientras viajaba en jeep con el ejército francés, decidió bajarse para tomar unas fotografías del convoy. Poco después, sus compañeros escuchaban una terrible explosión, y al aproximarse al lugar de origen, comprobaban que Endre había pisado una mina que le había seccionado una pierna y causado una grave herida en el pecho. Nada pudieron hacer por él. Poco después, de camino al hospital, moriría. Un suceso que guarda demasiados paralelismos con el de Gerda y que puso fin a la historia de una pasión de dos personas que consiguieron crear a una figura que, con su trabajo, llegó a lo más alto de la fotografía del siglo XX. Aunque lo hiciera a costa de ellas mismas.