sábado, 20 de abril de 2024 07:31h.

La historia de amor (y desamores) que inspiró 'El principito', la gran obra de Antoine Saint-Exupéry

Esta semana se han publicado en Francia una parte de la correspondencia que intercambaron Saint-Exupéry y su esposa Consuelo Suncín-Sandoval. Algo que ha permitido recordar la importancia que tuvo ella en la construcción de El Principito. Y es que, la rosa que este cuida y ama, no era otra que Consuelo. ¿Pero qué había tras esta relación?

Antoine y Consuelo Portada de su libro
Antoine y Consuelo (portada del libro 'Un amour de légende)

Se conocieron en Buenos Aires, cuando Antoine trabajaba como piloto comercial para una empresa de mensajería, en septiembre de 1930. Ella tenía 29 años, uno menos que él. Era salvadoreña, escribía, hacía esculturas y pintaba, y había tenido tiempo en el pasado de casarse, divorciarse, casarse de nuevo y enviudar. Su carácter, alegre y magnético, además de su atractivo físico, encandilaron al aviador, que quedó tan prendando que quiso casarse al poco de conocerla y celebrar la boda en la misma capital argentina. No fue así, y al final, su enlace se realizó en tierras francesas, en 1932, después de que el lugar en el que él trabajaba quebrara y decidieran establecer su casa en Europa.

En los casi catorce años que estuvieron juntos, la pareja vivió una pasión y un amor que a veces hizo que se sintieran plenos, y otras, infelices. Por sus peleas, sus altibajos, sus choques y las ausencias que el oficio de aviador de Antoine les imponía. Pero, también, por su vida bohemia y sus infidelidades. Circunstancias todas que iban a correr en paralelo a la gestación de “El Principito”, la obra más famosa de la literatura infantil. Y todo pese a que, en su trasfondo, lo que el escritor estaba expresando, de forma velada, eran sus sentimientos ante la tormentosa relación matrimonial en que vivía. Y, si se lee con esta idea, allí veremos  sus dudas, sus pensamientos, y también, como señala una de las principales investigadoras de Saint-Exupéry, su búsqueda del perdón de Consuelo, a la que plasma como la rosa del libro, que el principito cuida y ama, y protege bajo una campana de cristal, pero que le provoca esos sentimientos encontrados.

Al final, la historia del “El Principito” se publicó en 1943. Y aunque al principio vendió bien, Saint-Exupéry no tuvo la oportunidad de conocer el impresionante éxito que iba a cosechar. Porque un día de julio de 1944 desapareció, para siempre, mientras sobrevolaba el Mediterráneo. Y lo que vino luego no fue nada agradable para su recuerdo. Pues su esposa y la familia de Saint-Exupéry iniciaron litigios por su herencia y por los derechos del libro. Hasta que, al final, a la muerte de Consuelo, en 1979, llegó el olvido para quien había sido la rosa del Principito. Solo la aparición de un manuscrito que ella había escrito en torno a su relación con su esposo, y que decidió publicarse , pero en el año 2000 con el nombre de “La memoria de la rosa”, permitió que se recuperara su papel en la historia de la gran obra de Saint-Exupéry.

A partir de ahora podremos conocer un poco mejor la relación de Consuelo y Antoine, pues esta semana se ha publicado en Francia parte de la correspondencia que se dedicaron en sus ausencias. Cartas que, en su momento, lograron recorrer la distancia que les separaba en sus viajes. Cartas que fueron, en muchos momentos, la única forma de encontrarse y plasmar sus sentimientos y todo lo que necesitaban y añoraban. Cartas que corroboran esa relación de contrastes, de distintos mundos y pareceres, pero que también reflejan su amor real. “Amo tus inquietudes y tus enfados. Me gusta todo aquello de ti que está solo a medias domesticado”, le dice él en una de las primeras misivas que le envía. Y ella dice poco después: “Por largos días vivirás lejos de mí. ¿Quién te va a despertar cada mañana? ¿Quién te abrazará? El viento, la luna, la noche no te regalarán caricias tan suaves y cálidas como las que te da tu mujercita”. Aunque, a veces, el amor que sienten les resulte hiriente: “Consuelo, cariño, no sabes hasta qué punto me haces sufrir”, dice Antoine. “Lloro de emoción, tengo tanto miedo de exiliarme de tu corazón...”, es una de las respuestas de ella.

Dicen algunos investigadores que es un error considerar “El Principito” como una obra infantil. Y, efectivamente, no lo es. Pero todo depende también de la perspectiva. Porque esa obra que nació de ese amor, el perdón y el recuerdo, ha volado, libre, ajena a todo lo demás, para acercarse al corazón de sus lectores. A los niños que la descubrieron y descubrirán, y a los adultos que quieren recordarse siendo niños. Quizá Saint-Exupéry no la concibió así, pero el legado que ha dejado ha hecho que su texto haya acabado perteneciendo a todos.