Siete poemas de Federico García Lorca

Federico García Lorca

(Fuente Vaqueros, 5 de junio de 1898 - camino de Víznar a Alfacar, 18 de agosto de 1936)

El que es sin duda el poeta español más internacional del siglo XX nació en Fuente Vaqueros (Granada) en el seno de una familia acomodada. Su padre fue el hacendado Federico García Rodríguez y su madre la maestra Vicenta Lorca, que le educó en sus primeros gustos literarios. Fue en la universidad, en donde entró en 1914 para estudiar las carreras de Filosofía y Letras y Derecho, cuando demostró su vocación como escritor, publicando su primer libro, Impresiones y paisajes –una antología de textos en prosa en torno a temas políticos y asuntos estéticos- con tan solo veinte años. Igualmente destacó en esos años como pianista, demostrando gran talento (posteriormente, incluso, llevaría a cabo varios proyectos musicales junto al mismísimo Manuel de Falla).

Su entrada en la Residencia de Estudiantes de Madrid en 1919 le permitió contactar con personajes tan fundamentales del siglo XX español como Luis BuñuelRafael AlbertiJuan Ramón Jiménez (de gran influencia en su poesía) o Salvador Dalí (a quien destacó, por su amistad, “Oda a Salvador Dalí”). Estuvo allí hasta 1926, viviendo también en ciudades como Granada, y publicando obras como su Libro de poemas o su pieza de teatro El maleficio de la mariposa. Se interesó, además, impulsado por su amigo Dalí, por la pintura y hasta llegó a exponer públicamente sus trabajos (Lorca, por cierto, animó a su vez a Dalí para que escribiera).

Por aquel entonces Lorca ya gozaba de un gran éxito popular, sobre todo, gracias a sus Canciones (1927) y su Primer Romancero gitano (1928). Ahora bien, personalmente no se sentía bien, pues acababa de romper con su pareja, el escultor Emilio Aladrén. De hecho, el viaje a Nueva York que emprendió en 1929 gracias al apoyo del intelectual y político Fernando de los Ríos fue, en parte, una forma de desconectar de sus tristezas.

Lorca consideró aquel viaje como “una de las experiencias más útiles de mi vida”. Además, como resultado de todo ello escribió una de sus obras más famosas, Poeta en Nueva York (la cual, sin embargo, no se publicó hasta 1940, cuatro años después de su muerte). En ella buscó expresar “la esclavitud dolorosa del hombre y la máquina juntos”. Luego, pasó un tiempo en La Habana, donde aprendió algunos aspectos de la cultura y música cubana, antes de regresar a Madrid en 1930.

La proclamación de la Segunda República en España, el 14 de abril de 1931, supuso para él un importante cambio, pues el Ministerio de Educación le pidió que desarrollara por todo el país una labor cultural. Por eso puso en marcha junto a Eduardo Ugarte “La Barraca”, un grupo de teatro que se encargaba de representar obras del Siglo de Oro español por distintas poblaciones. También siguió escribiendo títulos vinculados a este género literario, como Así que pasen cinco años (1931) o Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín (1933).

No se olvidó tampoco de Latinoamérica, en donde, sobre todo en Argentina, tuvo por esas fechas gran éxito su obra Bodas de sangre (1933). En este país pasó algún tiempo, disfrutando de su popularidad, realizando conferencias y reuniéndose con la intelectualidad local, así como con algunas figuras del extranjero, entre ellas, Pablo Neruda.

A su vuelta a España publicó obras como Yerma (1934), Doña Rosita la soltera (1935) o su clásica La casa de Bernarda Alba (1936). E igual, textos de poesía como Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1935), Seis poemas galegos (1935) o Sonetos del amor oscuro (1936).

Desafortunadamente, a medida que el tiempo pasaba, se fue recrudeciendo la situación política en España, cosa que le llevó a sufrir el rechazo de algunos sectores, que le reprochaban su ideología progresista y su homosexualidad. Por eso, en previsión a lo que podría pasar, países como Colombia y México le ofrecieron asilo. Sin embargo, este no aceptó la oferta, seguramente, porque no esperaba que fuera a sucederle nada. Fue un error: moriría, asesinado, el 18 de agosto de 1936, un mes después de que se iniciara la guerra civil en España.

La obra de García Lorca se alimenta, en general, de sus inquietudes personales (principalmente, el amor, el deseo, la frustración o la muerte) y en ella trata plasmar su sentimiento trágico de la vida. En su estilo se mezcla tanto lo culto como lo popular, dando lugar a unos textos repletos de imágenes tan personales y bellas como únicas. La influencia de su obra se ha dejado sentir con intensidad hasta la actualidad.

AY, VOZ SECRETA

Ay voz secreta del amor oscuro
¡ay balido sin lanas! ¡ay herida!
¡ay aguja de hiel, camelia hundida!
¡ay corriente sin mar, ciudad sin muro!

¡Ay noche inmensa de perfil seguro,
montaña celestial de angustia erguida!
¡Ay silencio sin fin, lirio maduro!

Huye de mi, caliente voz de hielo,
no me quieras perder en la maleza
donde sin fruto gimen carne y cielo.

Deja el duro marfil de mi cabeza
apiádate de mi, ¡rompe mi duelo!
¡que soy amor, que soy naturaleza!

CADA CANCIÓN...

Cada canción
es un remanso
del amor.

Cada lucero,
un remanso
del tiempo.
Un nudo
del tiempo.

Y cada suspiro
un remanso
del grito.

ES VERDAD

¡Ay qué trabajo me cuesta
quererte como te quiero!

Por tu amor me duele el aire,
el corazón
y el sombrero.

¿Quién me compraría a mí
este cintillo que tengo
y esta tristeza de hilo
blanco, para hacer pañuelos?

¡Ay qué trabajo me cuesta
quererte como te quiero!

 LA NIÑA VA POR MI FRENTE

¡Oh, qué antiguo sentimiento!

¿De qué me sirve, pregunto,
la tinta, el papel y el verso?

Carne tuya me parece,
rojo lirio, junco fresco.
Morena de luna llena.
¿Qué quieres de mi deseo?

Por las orillas del río
se está la noche mojando
y en los pechos de Lolita
se mueren de amor los ramos.

Se mueren de amor los ramos.

La noche canta desnuda
sobre los puentes de marzo.
Lolita lava su cuerpo
con agua salobre y nardos.

Se mueren de amor los ramos.

La noche de anís y plata
relumbra por los tejados.
Plata de arroyos y espejos.
Anís de tus muslos blancos.

Se mueren de amor los ramos.

LA ORACIÓN DE LAS ROSAS (FRAGMENTO)

¡Qué sería la vida sin rosas!
Una senda sin ritmo ni sangre,
un abismo sin noche ni día.
Ellas prestan al alma sus alas,
que sin ellas el alma moría,
sin estrellas, sin fe, sin las claras
ilusiones que el alma quería.

Ellas son refugio de muchos corazones
ellas son estrellas que sienten el amor,
ellas son silencios que lentos escaparon
del eterno poeta nocturno y soñador,
y con aire y con cielo y con luz se formaron,
por eso todas ellas al nacer imitaron
el color y la forma de nuestro corazón.
Ellas son las mujeres entre todas las flores,
tibios sancta sanctorum de la eterna poesía,
neáporis grandiosas de todo pensamiento,
copones de perfume que azul se bebe el viento,
cromáticos enjambres, perlas del sentimiento,
adornos de las liras, poetas sin acento.
Amantes olorosas de dulces ruiseñores.

Madres de todo lo bello,
sois eternas, magníficas, tristes
como tardes calladas de octubre,
que al morir, melancólicas, vagas,
una noche de otoño las cubre,
porque al ser como sois la poesía
estáis llenas de otoño, de tardes,
de pesares, de melancolía,
de tristezas, de amores fatales,
de crepúsculo gris de agonía,
que sois tristes, al ser la poesía
que es un agua de vuestros rosales.

MADRIGAL

Yo te miré a los ojos
cuando era niño y bueno.
Tus manos me rozaron
Y me diste un beso.

(Los relojes llevan la misma cadencia,
Y las noches tienen las mismas estrellas).

Y se abrió mi corazón
Como una flor bajo el cielo,
Los pétalos de lujuria
Y los estambres de sueño.

(Los relojes llevan la misma cadencia,
Y las noches tienen las mismas estrellas).

En mi cuarto sollozaba
Como el príncipe del cuento
Por Estrellita de oro
Que se fue de los torneos.

(Los relojes llevan la misma cadencia,
Y las noches tienen las mismas estrellas).

Yo me alejé de tu lado
Queriéndote sin saberlo.
No sé cómo son tus ojos,
Tus manos ni tus cabellos.
Sólo me queda en la frente
La mariposa del beso.

(Los relojes llevan la misma cadencia,
Y las noches tienen las mismas estrellas).

ROMANCE DE LA LUNA, LUNA

                                                          A Conchita García Lorca

La luna vino a la fragua
Con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.

En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.

Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
habrían con tu corazón
collares y anillos blancos.

Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.

Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
-Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño
tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

Cómo canta la zumaya,
¡ay, como canta en el árbol!
por el cielo va la luna
con un niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.