sábado, 04 de mayo de 2024 09:57h.

María Bochkariova, la rusa que lideró en la Primera Guerra Mundial el "Batallón de la muerte", una unidad formada solo por mujeres

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María Bochkariova (sentada, tercera empezando por la izquierda) y mujeres del batallón

Era febrero de 1917 y los soldados del ejército ruso estaban exhaustos y hambrientos. Les habían prometido que aquella guerra iba a ser corta y que les aguardaba una gloriosa victoria. Pero el tiempo pasaba, el número de muertos y heridos se incrementaba, y no parecía verse la luz al final del túnel. El gobierno les parecía que estaba muy lejos y, entre ellos, ya circulaban las ideas que poco después desatarían la revolución de octubre.    

Y sin embargo, en esas mismas fechas había un grupo de mujeres, lideradas por una ex campesina llamada María Bochkariova –y también conocida como “Yashka”- que seguía presionando al gobierno para que les llevara a las primeras líneas de combate. Porque querían ayudar a sus compatriotas y descargar el peso de la guerra de sus maridos, amigos, novios, hermanos y padres. Estaban convencidas de que con su impulso la guerra llegaría a su fin. Y así, insistieron e insistieron hasta que el gobierno, desbordado por las carencias, las escuchó. Al poco, María se reunía con Aleksándr Kérenski y se ponían en marcha los “batallones de la muerte”. Un grupo que debía estar integrados exclusivamente por mujeres voluntarias.

María Bochkariova, era una mujer de 28 años que tenía ya experiencia en el ámbito militar y que ya desde la infancia se había acostumbrado a ser dura. Su padre, ex militar, fue un hombre agresivo, maltratador y alcohólico que había marcado la vida de toda su familia. Les abandonó, además, durante varios años, lo que obligó a María a sobrevivir como pudo, durmiendo, con ocho años, en el establo de caballos de un panadero que le dejaba estar allí a cambio de cuidar a un niño de cinco años. A los 16 se había casado para escapar de todo ello, pero tanto en ese matrimonio como con su siguiente pareja se encontró con actitudes de maltrato y violencia. De hecho, para tratar de huir de todo ello decidió sumarse al ejército (al respecto diría que prefería morir combatiendo así que por la violencia de su pareja). Algo que, al principio, no le aceptaron, pero que, a base de insistir, consiguió, pasando a participar en distinta operaciones militares, combatiendo al lado de los varones, disparando y rescatando soltados heridos.

Pero allí tampoco estuvo bien: sus compañeros le acosaban, trataban de abusar de ella y, en ocasiones, sufrió hasta intentos de violación. Así que los “batallones de la muerte”, al estar constituido por mujeres, se convirtieron en una solución ante todo eso. Y de este modo, quedó al frente de unas 500 voluntarias (otras fuentes señalan 300). Una cifra que se redujo mucho porque María desechó unas 1500 al considerar que no eran aptas y que no tenían la disciplina necesaria. De hecho, María, llegó a castigar con la muerte a una de sus soldados por no haber seguido las reglas de castidad que se exigían en su batallón.

Al poco de formarse este batallón, marcharon las mujeres al frente occidental. Convencidas de que con su sola presencia sus compañeros abandonarían la apatía y combatirían codo con codo junto a ellas. Pero tras llegar a su primer destino se encontraron con un ejército desmotivado del todo. Que esos hombres querían abandonar la guerra y que incluso les miraban mal por el hecho e estar defendiendo a aquel gobierno que estaba desangrando a su pueblo. De modo que estas decidieron organizarse y marchar en solitario hacia las proximidades de Smorgon, a sabiendas de que allí se estaba librando un conflicto por la zona frente a las tropas alemanas.

Su lucha, en donde demostraron estar a la altura de los hombres, no duró mucho tiempo. Y menos, para María, que fue herida y conducida a Petrogrado. Porque, al poco, tuvo lugar la revolución de octubre y el nuevo gobierno se retiró del conflicto mundial.

Lo que vino inmediatamente después, que fue la guerra civil rusa, iba a suponer el fin para María. Y eso que, por un instante, estuvo en el extranjero, en donde tuvo tiempo de dictar sus memorias y tener entrevistas con el rey Jorge V de Inglaterra y el presidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson a objeto de lograr su ayuda en el conflicto ruso. Sin embargo, regresó a objeto de ayudar directamente a los mencheviques y poner en marcha un destacamento de mujeres médico. Hasta que el fracaso del  ejército blanco cortó de raíz todos sus proyectos. Al poco fue capturada y encerrada. Y, tras cuatro meses de interrogatorios, condenada a la pena máxima. El 16 de mayo de 1920 moriría, fusilada, ante un pelotón de ejecución.