martes, 08 de octubre de 2024 04:26h.

La sobrecogedora historia del 'Ángel del Gueto de Varsovia', Irena Sendler, la mujer que salvó a más de 2500 niños

Durante mucho tiempo muy pocos supieron de la sorprendente labor que durante la Segunda Guerra Mundial había realizado la enfermera polaca Irena Sendler (1910-2008), cuando, operando desde una red clandestina y poniendo su vida en riesgo, logró sacar con vida a unos 2500 niños judíos del gueto de Varsovia.
Sendler fotografiada en la Nochebuena de 1944
Sendler fotografiada en la Nochebuena de 1944

En 1917, cuando tenía siete años, el tifus le arrebató a su padre, Stanislaw Krzyżanowski, un médico polaco de cierto prestigio que contrajo la enfermedad por tratar a los pacientes pobres que sus colegas rechazaban. Aquello acompañó a Irena siempre, pero, en lugar de convertirle en una persona egoísta, le reafirmó en su idea de que la vida de muchos era más importante que la propia.

Lo demostró en numerosas ocasiones. Primero, cuando sus protestas contra las medidas discriminatorias educativas sobre los judíos le llevaron a ser expulsada por tres años de la Universidad de Varsovia; después, por su sacrificada labor como enfermera del Departamento de Bienestar y Salud Pública de Varsovia, en donde operaba cuando Hitler invadió Polonia y dio inicio la Segunda Guerra Mundial. Y es que, aunque pronto fue consciente de que en ese régimen nazi tenía la gran ventaja de profesar una religión distinta a la judía, ella, a diferencia de muchos de sus compatriotas, se negó a mirar para otro lado. Así, cuando ya en las primeras fases de la guerra se le encargó cuidar a los soldados polacos, decidió desoír las leyes que apelaban a la obligatoriedad de no dar ayudas a quienes fueran judíos e hizo lo posible para asegurar su acceso a los beneficios sociales.

En noviembre de 1940 tuvo lugar uno de los episodios más conocidos del nazismo: el confinamiento de los judíos de la ciudad en el llamado “gueto de Varsovia” (bien retratado, por cierto, en la magistral El Pianista). De este modo, mientras las autoridades nazis determinaban su destino, 450 mil personas quedaron hacinadas allí, en unas condiciones de vida inhumanas, sin alimentos suficientes y, siempre, propensos a sufrir todo tipo de enfermedades.   

Imagen de dos niños judíos en el gueto de Varsovia (Fuente: wikipedia)

Fueron, precisamente, las infecciones que amenazaban con propagarse más allá del gueto las que llevaron a los nazis a brindar al gueto alguna ayuda médica. De allí que a Irena Sendler, por ser enfermera, se le ofreciera la oportunidad de entrar y salir de allí, libremente. Oportunidad esta que aprovechó ella para pasar de forma clandestina medicamentos, ropa y otros objetos, a sabiendas de que corría un grave riesgo, pues desde 1941 se condenaban tales ayudas con la pena de muerte (y no solo para sus responsables directos, también, para sus familiares y allegados). Pero, aún así, Irena siguió batallando por sus ideas hasta integrarse en el Żegota, el secreto “Consejo de Ayuda a los Judíos”, en donde participó activamente tomando el apodo de “Jolanta” y formando parte de la red destinada a sacar del gueto a cuantos niños fuera posible. Una tarea, pues, tan espectacular como peligrosa, que hicieron de cuantos modos fueron posibles. Así, consta que hubo algunos que salieron ocultos en sacos de patatas, otros, cruzando los túneles de las cloacas, algunos en ambulancias (se decía que en el vehículo viajaban pacientes contagiados, y de este modo, se evitaba el registro de las autoridades) y otros hasta en féretros. Irena, además, tuvo la valentía de guardar su documentación para que en el futuro fuera fácil identificarlos y reunirlos con sus familias.

Demasiadas actividades, pues, y demasiados riesgos como para pasar desapercibida mucho tiempo: en octubre de 1943 miembros de la Gestapo se presentaron ante ella y la detuvieron, trasladándola enseguida a la prisión de Pawiak, en donde sufriría torturas durante un mes. Sin embargo, Irena no reveló dato alguno sobre los hombres, mujeres y niños que habían formado parte de esa red; y, por esto, al ver que ya no les era útil, las autoridades nazis ordenaron su ejecución. Sin embargo, tuvo suerte, pues a tan solo unas horas de que se cumpliera la pena, los miembros de la resistencia lograron sobornar a uno de sus guardianes y esta pudo escapar.

Aquella experiencia, lejos de desanimarle, le hizo volver a la Żegota con mayor convicción. De hecho, en agosto de 1944, durante el alzamiento de Varsovia, fue herida por un soldado alemán, pero, afortunadamente, no de gravedad. Y así, resistió, hasta que la guerra terminó y volvió la libertad al país.

Desde entonces, siguió realizando sus labores sociales, pero por una de esas injusticias de la historia, su figura fue poco a poco cayendo en el olvido. Solo a finales del siglo XX se rescataría su sorprendente historia y empezaría a ser denominada como “el ángel de Varsovia”. Tenía 97 años cuando en 2007 fue nominada al Nobel de la Paz por haber salvado la vida de unos 2500 niños judíos, además de a numerosos adultos. Fallecería al año siguiente, el 12 de mayo, tras haber vivido una de esas vidas que permiten que nos reconciliemos –tarea, por cierto, cada vez más difícil- con el ser humano.