lunes, 02 de diciembre de 2024 00:02h.

Siete poemas de E.E. Cummings

(Cambridge, Massachusetts, 14 de octubre de1894 – Madison, New Hampshire, 3 de septiembre de 1962)

Edward Estlin Cummings nació en el seno de una familia acomodada. Su padre era profesor de la Universidad de Harvard, aunque también actúo –y eso le hizo conocido a nivel nacional- como ministro de la Iglesia Congregación del Sur en Boston. Su madre, a quien sus hijos siempre recordaron como una mujer muy cariñosa, realizaba las labores del hogar. Fueron ellos los primeros en advertir que Edward tenía talento para el arte, así que decidieron apoyarle y potenciar sus capacidades.

Ya a los ocho años empezó a escribir sus propias poesías, una tarea que desde entonces siguió con espartana dedicación. De hecho, durante toda su juventud no hubo día en que no creara algún poema. Siempre, explorando nuevas formas, figuras y modos para crecer como escritor. Más tarde, cuando entró en la Universidad de Harvard para estudiar Artes, se interesó en la poesía moderna y comenzó a apartarse de la gramática y la sintaxis convencionales.

Al terminar sus estudios (con la calificación de “cum laude”) trabajó durante un tiempo para un vendedor de libros, aunque pronto tuvo que interrumpir su labor, pues con la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial se alistó en el Cuerpo de Ambulancias Norton-Harjes. Esto le permitió conocer París, ciudad de la que enseguida se enamoró y a la que volvería varias veces a lo largo de su vida. Tuvo, sin embargo, un problema, pues como escribió cartas en donde daba a conocer sus puntos de vista pacifistas, afirmando que no odiaba a los alemanes y que prefería estar con los soldados franceses antes que con los de su país, fue arrestado bajo sospecha de espionaje y actividades indeseables y recluido, junto a su amigo William Slater Brown, en un campo militar en Dépôt de Triade (Normandía). Finalmente, tras tres meses y medio prisionero, fue liberado y pudo retornar a sus actividades. De esa experiencia, por cierto, nacería su novela The Enormous Room (1922), que halagarían encarecidamente hombres como F. Scott Fitzgerald.

Luego Cummings regresó a los Estados Unidos, pero estuvo poco tiempo, pues en 1921 se trasladó a París, en donde residiría los dos años siguientes. Después, se instaló en Nueva York, en las mismas fechas en que apareció su primer libro de poesía, Tulips and Chimneys (1923), en donde ya demostraba su deseo de experimentar con la gramática. Sería, sin embargo, el siguiente, XLI Poems (1925), el que le encumbraría como un poeta de vanguardia.

En cuanto a su vida personal, en esos años mantuvo un romance con Elaine Orr, su prima, que entonces estaba casada con un amigo de Cummings. A ella, de hecho, dedicó buena parte de la poesía erótica que publicó. Luego, tras el divorcio de Orr, los dos se casaron en 1924, dando inicio a un matrimonio extraordinariamente corto: apenas nueve meses después, después de engendrar a una hija, ya se habían divorciado de forma oficial.  

En 1926 falleció su padre en un accidente automovilístico en el que también estuvo implicada su madre, que resultó gravemente herida. Esto impactó fuertemente a Cummings, que le dedicó su poema “My father moved through dooms of love”. Luego, en 1929, se casó con Anne Minnerly Barton, con la que estuvo tres años; y luego se unió a la modelo y fotógrafa Marion Morehouse, que ya permaneció junto a él hasta el final de sus días (aunque no se sabe si al final se casaron o no).

Entretanto, viajó a Europa varias veces (en París, por ejemplo, conoció a Pablo Picasso) y estuvo en la Unión Soviética (de esta experiencia salió el libro EIMI, de 1933), África y México. También realizó numerosas conferencias y actuó como profesor invitado de la Universidad de Harvard. Moriría el 3 de septiembre de 1962, a los 67 años, tras haber dejado numerosos libros de poesía. De hecho, en ese momento se le consideraba el “segundo poeta más leído en los Estados Unidos”, solo por detrás de Robert Frost. Póstumamente, se publicaron también sus cuentos en el libro Fairy Tales (1965).

Gran parte de su poesía destaca, como hemos dicho, por su experimentación y su carácter vanguardista. De hecho, muchas veces rompe toda estructura: no sigue de forma ortodoxa el uso de las mayúsculas y la puntuación; interrumpe con puntos y comas oraciones y palabras; y no respeta los renglones y párrafos, por citar algunos de sus recursos más habituales. Ahora bien, Cummings también escribió otro tipo de poesía, también interesante, que sigue tonos más tradicionales (sus sonetos, por ejemplo).
Sea como sea, su obra contiene una pasión y una fuerza excepcionales. Y, de hecho, pese a las críticas que sus versos recibieron en su día, hoy se le considera como una de las voces más importantes de la poesía del siglo XX.

NADIE, NI SIQUIERA LA LLUVIA

En algún lugar al que nunca he viajado,
felizmente más allá de toda experiencia,
tus ojos tienen su silencio:
En tu gesto más frágil hay cosas que me encierran
o que no puedo tocar porque están demasiado cerca.

Con una ligera mirada me liberas.
Aunque me haya cerrado como un puño,
siempre abres, pétalo a pétalo, mi ser,
como la primavera abre con misteriosa destreza su primera rosa.

O si deseas cerrarme, yo y
mi vida nos cerraremos muy hermosa y súbitamente,
como cuando el corazón de esta flor imagina
la nieve cayendo cuidadosamente por doquier.

Nada que hayamos de percibir en este mundo iguala
la fuerza de tu intensa fragilidad, cuya textura
me somete con el color de sus campos,
retornando a la muerte y la eternidad con cada respiro.

(Ignoro tu destreza para cerrar y abrir,
solo algo en mí entiende
que la voz de tus ojos es más profunda que todas las rosas)
Nadie, ni siquiera la lluvia tiene manos tan pequeñas.

DE LA MENTIRA DEL NO

de la mentira del no
surge una verdad del sí
(ella misma sólo y quien
es ilimitadamente)

hace entender a los tontos
(cómo me aburro) que no
todo el furor del pensar
es igual a una violeta

(Versión de Alfonso Canales)

DESDE HACE MUCHO MI CORAZÓN HA ESTADO CON EL TUYO…

desde hace mucho mi corazón ha estado con el tuyo

cercado en el enredo de tus brazos hasta
una oscuridad donde nuevas lucen nacen y
crecen,

hace tiempo tu ánimo ha entrado en
mi beso como un extranjero

en las calles y colores de una ciudad-

que tal vez he olvidado
cómo, siempre (con
qué apresurada crudeza
de sangre y carne) Amor
acuña Su más gradual gesto,

y aguza vida a eternidad

- - después nuestras mitades separadas llegarán a ser museos
repletos de memorias bien colmadas

(Versión de Alfonso Canales)

EN LO OSCURO…

en lo oscuro
de la lluvia, mientras el atardecer
entra en su estuche me siento
a pensar en ti

la ciudad
sagrada que es tu rostro
tus mejillas pequeñas las calles
de las sonrisas

tus ojos
a medias ave
a medias ángel y tus soñolientos
labios donde flotan las flores del beso

y
hay esa dulce y tímida pirueta
tu pelo
y también

tu alma
de canción y danza. una estrella
única raramente amada
se pronuncia, y yo

pienso
en ti

(Versión de David Lagmanovich) 

ESTÁS CANSADA (YO CREO)

Estás cansada
yo creo
del perpetuo enigma de vivir y sus afanes;
y yo también.

Ven conmigo, pues,
y partiremos muy lejos
sólo tú y yo, ¿comprendes?

Tú has jugado
yo creo
y has roto tus juguetes más queridos,
y ahora estás algo cansada;
cansada de las cosas que se rompen,
cansada, eso es todo.
Yo también.

Pero vengo con un sueño en mis ojos esta noche,
y llamo con una rosa
a la desolada verja de tu corazón.
¡Ábreme!
Que yo te mostraré lugares que nadie conoce
y, si tú quieres,
las perfectas regiones del Sueño.

¡Ah, ven conmigo!
yo te encenderé esa maravillosa burbuja, la luna,
que perenne flota.
Te cantaré la canción jacinto
de las probables estrellas,
y buscaré en las apacibles estepas del Sueño,
hasta encontrar la Flor Única,
que sustentará yo creo tu tierno corazón
mientras la luna se eleva desde el mar.

LA GUERRE

I
el gran tamaño del cañón
es hábil

pero yo he visto
la voz enorme e inteligente de la muerte
que refugia una fragilidad
de amapolas...

digo que a veces
en estos largos animales parlanchines
se esconden puños de más silencio.

Yo he visto todo el silencio
lleno de vívidos muchachos sin ruido

en Roupy
he visto
entre barreras,

las absolutas y maduras y calladas niñas de la noche.

II
Oh dulce y espontánea
tierra cuántas veces
los
dedos
             punteros de
lascivos filósofos te pincharon
y empujaron

el pícaro pulgar
de la ciencia vejó
tu

     belleza cuántas
veces las religiones te han
puesto sobre sus rodillas huesudas
apretándote y

pegándote para que pudieras concebir
dioses
             (pero
fiel

a la incomparable
cama de la muerte tu 
rítmico
amante
                tú les contestaste

solamente con
                               la primavera)

(Versión de Marcelo Covian)

LLEVO TU CORAZÓN EN MÍ

Llevo tu corazón en mí (lo llevo,
en el mío) no lo dejo (dondequiera
que voy, tú vas, querida; y lo que hago
lo haces tú, queridísima)
                                                   no temo

al hado (dulce hado mío) no
quiero el mundo (tú lo eres, fiel belleza)
tú eres lo que una luna siempre ha sido
y lo que un sol entonará por siempre

he aquí el mayor secreto e ignorado
(aquí raíz de raíz brote del brote
sombra del árbol que se llama vida;
más alto que esperanzas y pensamiento)
y tal prodigio rige las estrellas

tu corazón en mí (va con el mío)

(Versión de Alfonso Canales)