viernes, 26 de abril de 2024 00:00h.

Siete poemas de Karmelo C. Iribarren

Karmelo C. Iribarren (Fuente: Wikimedia Commons)
Karmelo C. Iribarren (Fuente: Wikimedia Commons)

(San Sebastián, 19 de septiembre de 1959)

Desde muy joven mostró su pasión por la lectura, sobre todo, las novelas de aventuras. Se incorporó pronto al mundo laboral, trabajando en muy distintos oficios: albañil, encuestador, vendedor, camarero… En su juventud escribió numerosos poemas, pero solo publicó algunos en distintos fanzines. En 1989, con 30 años, decidió destruir la mayoría.

Fue en 1993 cuando realmente inició su carrera literaria, pues ese año el Ateneo Obrero de Gijón publicó su plaquette Bares y noches dentro de la colección de poesía Máquina de Sueños. Fue un cambio importante para él, pues tras ello se animó a enviar algunos poemas al poeta Aberlardo Linares, fundador de la Editorial Renacimiento, quien al ver la calidad que guardaban, decidió publicarlos. Fue así como apareció La condición urbana (1995), iniciándose así una larga y fructífera relación entre Iribarren y la editorial. Luego llegaron Serie B (1998), La ciudad (Antología 1985-2001) (2002), La frontera y otros poemas (2005) y Seguro que esta historia te suena. Poesía completa (1985-2005), con los que demostró sus habilidades líricas y su capacidad para conectar tanto con el público como con la crítica.

Tras estas obras siguieron otras en donde siguió siendo fiel a su estilo personal, con títulos como Ola de frío (2007), Atravesando la noche (2009), Otra ciudad, otra vida (2011), Las luces interiores (2013), La piel de la vida (2013), Haciendo planes (2016), Mientras me alejo (2017, Premio Los Libreros Recomiendan del siguiente año), Un lugar difícil (2019, Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla) o el más reciente El escenario (2021). Todo ello, entre reediciones de sus obras anteriores y participaciones en varias antologías. Igualmente, publicó en prosa Diario de K (2014). En 2018 recibió el Premio Euskadi de Literatura otorgado por el Gobierno Vasco.

Entre sus temas favoritos están la noche, lo cotidiano, las calles, el paisaje urbano… Su rima es siempre libre, directa, austera formalmente, con un realismo que, para muchos críticos, recuerda a Charles Bukowski o Raymond Carver, aunque en su juventud probó con formas más tradicionales. Como él mismo dijo (entrevista de Juan Alberto Vich en www.trepanos.es): “El verso libre, por cierto, es el menos libre de todos, se fundamenta en el ritmo, la rima interna, la alternancia de metros que convivan bien”. Por todo ello se le ha vinculado también con la llamada “poesía de la experiencia”.

Es, sin embargo, el mencionado Abelardo Linares, quien ofrece el resumen más completo de su estilo: “Nada en sus versos responde a un programa, sino a la vida, su vida, vivida o malvivida; de ahí la presencia del humor y de la ironía, de la noche, el alcohol, las mujeres reales y las entresoñadas, las calles de su ciudad con sus charcos de lluvia y sus semáforos, las gentes con quien por un instante se cruza o ve tras un cristal o en la barra de un bar y también el peso cada vez más grave del paso de los años. De ahí esa mirada suya tan desapegada y tan cercana, tan antisentimental y tan sentimental a un tiempo”.

EL AMOR

Como el viento que encuentra
una rendija
y se cuela en la habitación
y lo desordena todo
libros
facturas
poemas
así llega
en la vida
el amor.

Nada es igual a partir de entonces,
ese caos
es la felicidad.

Pero un día habrá que recoger.

Suerte si no te toca a ti.

LO DIFÍCIL 

Enamorarse es fácil.

Uno puede enamorarse
-sin demasiado esfuerzo-
varias veces al día,
a nada
que se lo proponga
y se mueva un poco por ahí;
y si es verano,
mi te cuento.

Enamorarse no tiene
mayor mérito.
Lo realmente difícil
-no conozco
ningún caso-
es salir entero
de una historia de amor.

SEGURO QUE ESTA HISTORIA TE SUENA

Al fondo de la barra
una mujer; una
mujer en principio
como tantas: que fuma,
bebe, ríe, charla, y se echa
la melena para atrás;
ya digo, como tantas.

Hasta que su
mirada se cruza acaso
con la tuya
-o a ti te lo parece-,
y por un breve
instante
el tiempo se detiene,
y esa mujer es única,
y todo cambia,
y todo puede pasar.

Todo.

También
-como sucede
casi siempre-,
absolutamente nada.

TE MIRO PARA QUE TE QUEDES

Te miro
a cualquier hora del día,
no importa lo que estés haciendo
en ese instante:
                        cuando hablas,
cuando duermes, cuando me coges
del brazo por la calle,
cuando te llena el rostro
de luz una sonrisa
y también cuando la tristeza
te lo oscurece;
                       en cualquier sitio,
a cualquier hora, te miro,
te miro siempre
para que te quedes.

TORMENTA DE VERANO

Están cogidos de la mano
en silencio,
bajo los soportales.

El niño mira su columpio,
muy triste,
bajo la lluvia,
y no lo entiende.

El padre mira al niño:
es la vida, hijo
-quisiera poder decirle-,
y no ha hecho más que empezar.

UN DÍA BUENO

No somos más
que el tiempo que nos queda
caminando hacia el olvido
que seremos.

Es duro, pero es así.

El resto, literatura.

Lo mejor
es no pensarlo mucho:
seguir andando,
tomar cafés, enamorarse,
ver la lluvia…

UN POCO ANTES DEL ÚLTIMO RECODO

Para Juan Manuel Villalba y Rosa Bullejos

No es lo habitual
pero a veces
sucede
que una mujer y un hombre
acaban encontrándose
al final del camino,
                                un poco antes
del último recodo.

Ya no hay herida que les sea ajena
ni decepción
que pueda sorprenderles:

no perderán el tiempo equivocándose.