lunes, 02 de diciembre de 2024 00:03h.

Siete poemas de Gioconda Belli

Gioconda Belli (Fuente web de la autora)
Gioconda Belli (Fuente web de la autora)

(Managua, 9 de diciembre de 1948)

Su padre, Humberto Belli, era empresario, y su madre, Gloria Pereira, una de las fundadoras del Teatro Experimental de Managua. Cursó la primaria en el Colegio de La Anunciación en Managua y la secundaria en el Real Colegio de Santa Isabel en Madrid (España). Luego, estudió Publicidad y Periodismo en Estados Unidos, antes de su regreso a Managua.

Pronto reveló su gran interés por la política, y cuando llegó al país la dictadura de Anastasio Somoza, se implicó especialmente. Como muchos intelectuales de su generación se integró en el Frente Sandinista de Liberación Nacional y laboró desde entonces en pro del movimiento. Al verse perseguida, se exilió en México y Costa Rica, en donde siguió apoyando la causa. Fue, así, correo clandestino, transportó armas y viajó por el mundo en busca de recursos para la lucha sandinista.

A la par, fue demostrando sus capacidades literarias, y en 1970 publicó ya en el semanario cultural del diario La Prensa sus primeras poesías. Dos años más tarde apareció su poemario Sobre la grama, por el que ganó el premio Mariano Fiallos Gil de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, el más prestigioso que se entregaba entonces a este género literario. Su segundo poemario, de 1978, fue Línea de fuego, que obtuvo el Premio Casa de las Américas y tuvo la situación de Nicaragua y sus deseos de cambiarla como principal inspiración.

El triunfo de la revolución, el 19 de julio de 1979, le permitió regresar al país, participando desde entonces en distintos cargos del gobierno, si bien en 1986 los abandonó para centrarse en el mundo literario. Así, desde entonces formó parte de la Unión de Escritores y fundó, en compañía de otros, el suplemento literario Ventana del diario Barricada. Luego, publicó tres libros de poesía, entre 1982 y 1987, Truenos y arco iris, Amor insurrecto y De la costilla de Eva, además de su primera novela, La mujer habitada (1988), que recibió excelentes críticas y gozó de gran éxito internacional, llegando a recibir en Alemania el Premio de los Bibliotecarios, Editores y Libreros a la Novela Política del año. Luego siguieron Sofía de los presagios (1990) y Waslala (1996), que elaboró en las fechas en que se desvinculó totalmente de su viejo grupo político por las desavenencias que tenía con el rumbo autoritario de Daniel Ortega.

Desde entonces, no ha cesado de publicar. De libros de poesía como Fuego soy apartado y espada puesta lejos (2006), En la avanzada juventud (2013) y el reciente El pez rojo que nada en el pecho; a novelas como El pergamino de la seducción (2005), El Infinito en la Palma de la Mano (2008, por el que recibió el premio Biblioteca Breve Seix Barral y el Sor Juana Inés de la Cruz de la FIL, Guadalajara), El País de las Mujeres (2010), El Intenso Calor de la Luna (2015) o Las fiebres de la memoria (2018).

La poesía de Gioconda Belli se consideró en su momento revolucionaria, no solo por su temática y sus ideas políticas, también por el modo en que abordó el deseo y la sensualidad, apartando muchos de los tabúes que entonces había en torno a la sexualidad femenina. Su obra ha sido capaz de registrar con originalidad, honestidad y maestría las emociones, conflictos y contradicciones que traen los sentimientos. Como sintetiza la profesora Mónica García Irles en Recuperación mítica y mestizaje cultural en la obra de Gioconda Belli: “podemos decir que la poesía de Gioconda Belli es heredera de una larga tradición cultural nicaragüense y, a la vez, forma parte de uno de los movimientos literarios más relevantes de las últimas décadas, la poética exteriorista o coloquial. Estos dos ámbitos -el tradicional y el exteriorista- se funden en la figura de Belli y de sus compañeras de generación, renovando modelos anteriores y dando por primera vez una voz propia a la mujer”

ABANDONADOS

Tocamos la noche con las manos
escurriéndonos la oscuridad entre los dedos,
sobándola como la piel de una oveja negra.

Nos hemos abandonado al desamor,
al desgano de vivir colectando horas en el vacío,
en los días que se dejan pasar y se vuelven a repetir,
intrascendentes,
sin huellas, ni sol, ni explosiones radiantes de claridad.

Nos hemos abandonado dolorosamente a la soledad,
sintiendo la necesidad del amor por debajo de las uñas,
el hueco de un sacabocados en el pecho,
el recuerdo y el ruido como dentro de un caracol
que ha vivido ya demasiado en una pecera de ciudad
y apenas si lleva el eco del mar en su laberinto de concha.

¿Cómo volver a recapturar el tiempo?

¿Interponerle el cuerpo fuerte del deseo y la angustia,
hacerlo retroceder acobardado
por nuestra inquebrantable decisión?

Pero... quién sabe si podremos recapturar el momento
que perdimos.

Nadie puede predecir el pasado
cuando ya quizás no somos los mismos,
cuando ya quizás hemos olvidado
el nombre de la calle
donde
alguna vez
pudimos
encontrarnos.

TU RECUERDO SE ENREDA A MI ALREDEDOR

Tu recuerdo se enreda a mi alrededor como una manta
cobijándome del frío, brilla con mi cuerpo en el silencio mojado
de esta tarde en la que te escribo, en la que puedo hacer nada más que pensarte
y decir tu nombre en secreto, para dentro de mi boca
envolviéndolo en el recinto de mis dientes,
mordiéndolo hasta gastarle las letras, hasta gastar tanto
nombre tuyo que me ha ido acompañando, para volver a revivirlo
arrullándome yo misma con tu voz y tus ojos,
meciéndome en este tiempo sin horas en que te quiero
en que amo cada minuto que ha quedado impreso en mi memoria para siempre.

ES LARGA LA TARDE...

Es larga la tarde
como el camino curvo hasta tu casa
por donde regreso arrastrando los pies
hasta mi cama sola
a dormir con tu olor engarzado en mi piel,
a dormir con tu sombra.

Es larga la tarde
y el amor redondo como el gatillo de una pistola
me rodea de frente, de lado, de perfil.
El sueño pesa sobre mis hombros
y me acerca de nuevo a vos,
al huequito de tu brazo,
a tu respiración,
a una continuación infinita de la batalla
de sábanas y almohadas que empezamos
y que pone risa
y energía
a nuestro cansancio.

COMO GATA BOCA ARRIBA

Te quiero como gata boca arriba,
panza arriba te quiero,
maullando a través de tu mirada,
de este amor-jaula
violento,
lleno de zarpazos
como una noche de luna
y dos gatos enamorados
discutiendo su amor en los tejados,
amándose a gritos y llantos,
a maldiciones, lagrimas y sonrisas
(de esas que hacen temblar el cuerpo de alegría)

Te quiero como gata panza arriba
y me defiendo de huir,
de dejar esta pelea
de callejones y noches sin hablarnos,
este amor que me marea,
que me llena de polen,
de fertilidad
y me anda en el día por la espalda
haciéndome cosquillas.

No me voy, no quiero irme, dejarte,
te busco agazapada
ronroneando,
te busco saliendo detrás del sofá,
brincando sobre tu cama,
pasándote la cola por los ojos,
te busco desperezándome en la alfombra,
poniéndome los anteojos para leer
libros de educación del hogar
y no andar chiflada y saber manejar la casa,
poner la comida,
asear los cuartos,
amarte sin polvo y sin desorden,
amarte organizadamente,
poniéndole orden a este alboroto
de revolución y trabajo y amor
a tiempo y destiempo,
de noche, de madrugada,
en el baño,
riéndonos como gatos mansos,
lamiéndonos la cara como gatos viejos y cansados
a los pies del sofá de leer el periódico.

Te quiero como gata agradecida,
gorda de estar mimada,
te quiero como gata flaca
perseguida y llorona,
te quiero como gata, mi amor,
como gata, Gioconda,
como mujer,
te quiero.

DESAFÍO A LA VEJEZ

Cuando yo llegue a vieja
-si es que llego-
y me mire al espejo
y me cuente las arrugas
como una delicada orografía
de distendida piel.
Cuando pueda contar las marcas
que han dejado las lágrimas
y las preocupaciones,
y ya mi cuerpo responda despacio
a mis deseos,
cuando vea mi vida envuelta
en venas azules,
en profundas ojeras,
y suelte blanca mi cabellera
para dormirme temprano
-como corresponde-
cuando vengan mis nietos
a sentarse sobre mis rodillas
enmohecidas por el paso de muchos inviernos,
sé que todavía mi corazón
estará -rebelde- tictaqueando
y las dudas y los anchos horizontes
también saludarán
mis mañanas.

NOS CASAREMOS EN INVIERNO

Nos casaremos ahora que llueve a carcajadas.
Vos y yo y la tierra celebraremos juntos
el verdor de los cuerpos,
el sexo de las flores,
el polen de la risa
y todas las estrellas
que vienen confundidas
en la gota de lluvia.
Pondremos inviernos en el amor
para verlo crecer
al ritmo de las plantas.
Uniremos las nubes
para formar el trueno,
uniremos la tierra con el agua.
Nos casaremos con el cielo cerrado,
cuando suenen los techos
como ametralladoras
y el canto de las ranas
suba desde el jardín
junto con un cortejo de hormigas voladoras.
Nos casaremos sin sombrillas, amor,
con la cabeza descubierta,
en un patio mojado,
oloroso de tierra,
sin otra sed más que la del uno por el otro,
con la ropa empapada,
juntando nuestros quehaceres
para que se venga el temporal
que lo va a lavar todo,
como la lluvia, amor, de cuando nos casemos.

YO SOY TU INDÓMITA GACELA...

Yo soy tu indómita gacela,
el trueno que rompe la luz sobre tu pecho
Yo soy el viento desatado en la montaña
y el fulgor concentrado del fuego del ocote.
Yo caliento tus noches,
encendiendo volcanes en mis manos,
mojándote los ojos con el humo de mis cráteres.
Yo he llegado hasta vos vestida de lluvia y de recuerdo,
riendo la risa inmutable de los años.
Yo soy el inexplorado camino,
la claridad que rompe la tiniebla.
Yo pongo estrellas entre tu piel y la mía
y te recorro entero,
sendero tras sendero,
descalzando mi amor,
desnudando mi miedo.
Yo soy un nombre que canta y te enamora
desde el otro lado de la luna,
soy la prolongación de tu sonrisa y tu cuerpo.
Yo soy algo que crece,
algo que ríe y llora.
Yo,
la que te quiere.