miércoles, 24 de abril de 2024 07:25h.

Siete poemas de Julio Cortázar

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(Ixelles, 26 de agosto de 1914 – París, 12 de febrero de 1984)

Debido a que sus padres trabajaban en Bélgica (el padre era funcionario de la embajada argentina), Julio Cortázar nació en Ixelles, al sur de Bruselas. Conoció Argentina con cuatro años, cuando, tras una estancia en Suiza y Barcelona, la familia regresó a su país. Poco después, sin embargo, el padre abandonó a la familia, y Julio ya no volvió a tener contacto con él. Fue un niño enfermizo, así que pasó mucho tiempo en cama, leyendo vorazmente a autores que le ofrecían temas mucho más adultos de lo que le correspondía a la edad. De hecho, tal fue su afición que hasta los médicos recomendaron a su madre, preocupada por tal hábito, que el niño dejara de leer o que, al menos, abandonara un poco los libros para que saliera a la calle a tomar el sol.

Realizó sus estudios primarios en la Escuela Nº 10 de Banfield, y luego se formó como maestro normal y profesor de Letras. Luego, inició Filosofía en la Universidad de Buenos Aires, pero las necesidades económicas le obligaron a apartarse, tras un año, para trabajar en el ámbito educativo. Desde entonces, fue profesor en distintas poblaciones, interesándose también en el ámbito político. Fue, de hecho, un convencido detractor de Juan Domingo Perón, y cuando este ganó las elecciones en 1946, renunció a sus cátedras.

Fue un tiempo en que no paró de escribir, y hasta se atrevió a sacar el que fue su primer libro, un libro de sonetos llamado Presencia (1938) que presentó con el seudónimo de Julio Denis y que tuvo escaso éxito (Cortázar, posteriormente, trató de que nadie conociera este libro). Por esas fechas colaboró en distintas revistas, para publicar artículos y cuentos (como por ejemplo “Casa tomada”), y realizó varios trabajos literarios, como el que, por ejemplo, dedicó al poeta inglés John Keats o su Teoría del túnel. Además, en 1948 obtuvo, cursándolo en un tiempo récord, el título de traductor público de inglés y francés.

En 1949 y 1950 escribió sus dos primeras novelas, Divertimento y El examen, pero las rechazó la editorial (de allí que no se publicaran hasta después de la muerte de Cortázar). Sí tuvo más éxito su Bestiario, de 1951, con el que, al fin, empezó a obtener un mayor reconocimiento.

Poco después Cortázar abandonó Argentina y se trasladó a París, en donde viviría hasta el final de su vida. También fue allí donde se casó por primera vez, con la argentina Aurora Bernárdez (en 1967 rompería su relación con ella). Al principio, sufrió algunas complicaciones económicas, pero tras realizar una excelente traducción de la obra completa de Edgard Allan Poe, las cosas comenzaron a ir mejor para él. Fue también entonces cuando publicó Rayuela (1963), su obra más conocida y una de las más influyentes de la literatura en castellano. A ella seguirían las novelas 62 Modelo para armar (1968) y Libro de Manuel (1973), así como varios libros de cuentos, entre ellos Todos los fuegos el fuego (1966), Octaedro (1974) y Alguien que anda por ahí (1977). Igualmente son de ese momento su conocido Historias de cronopios y de famas (1962). E igual, su poesía, que aunque menos abundante, sigue la brillante estela de sus otras obras. Así, en 1971, tras el olvidado Presencia, publicó su segundo libro de poesía, Pameos y meopas. Luego, en 1984, el año de su fallecimiento, aparecería el tercero, Salvo el crepúsculo. Son obras que demuestran que Cortázar fue uno de los escritores más innovadores y originales del siglo XX. En ellas, a veces desde el realismo mágico, e incluso desde el surrealismo, se demuestra una nueva forma de escribir y de plantear las estructuras literarias.  

A Cortázar hay que observarlo también desde sus intereses políticos que, lejos de aminorar con los años, se mantuvieron igual de fuertes. De hecho, durante la dictadura militar Argentina de 1976 a 1983 fue perseguido por denunciar ante Derechos Humanos lo que sucedía en su país. También mostró atracción por la figura del Che Guevara y defendió la revolución sandinista (fruto de ello es al libro Nicaragua, tan violentamente dulce).

TE AMO POR CEJA…

Te amo por ceja, por cabello, te debato en corredores
blanquísimos donde se juegan las fuentes
de la luz,
te discuto a cada nombre, te arranco con delicadeza
de cicatriz,
voy poniéndote en el pelo cenizas de relámpago y
cintas que dormían en la lluvia.
No quiero que tengas una forma, que seas
precisamente lo que viene detrás de tu mano,
porque el agua, considera el agua, y los leones
cuando se disuelven en el azúcar de la fábula,
y los gestos, esa arquitectura de la nada,
encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro.
Todo mañana es la pizarra donde te invento y te
dibujo,
pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco con ese
pelo lacio, esa sonrisa.
Busco tu suma, el borde de la copa donde el vino
es también la luna y el espejo,
busco esa línea que hace temblar a un hombre en
una galería de museo.
Además te quiero, y hace tiempo y frío.

AFTER SUCH PLEASURES

Esta noche, buscando tu boca en otra boca
casi creyéndolo, porque así de ciego es este río
que me tira en mujer y me sumerge entre sus párpados,
qué tristeza es nadar al fin hacia la orilla del sopor
sabiendo que el sopor es ese esclavo innoble
que acepta las monedas falsas, las circula sonriendo.

Olvidada pureza, cómo quisiera rescatar
ese dolor de Buenos Aires, esa espera sin pausas ni
Esperanza.

Solo en mi casa abierta sobre el puerto
Otra vez empezar a quererte,
Otra vez encontrarte en el café de la mañana
Sin que tanta cosa irrenunciable
Hubiera sucedido.

Y no tener que acomodarme de este olvido que sube
para nada, para borrar del  pizarrón tus muñequitos
y no dejarme más que una ventana sin estrellas. 

CINCO ÚLTIMOS POEMAS PARA CRIS

1

Ahora escribo pájaros.
No los veo venir, no los elijo,
de golpe están ahí, son esto,
una bandada de palabras
posándose 

             una 

                    a 

                      una
en los alambres de la página,
chirriando, picoteando, lluvia de alas
y yo sin pan que darles, solamente
dejándolos venir. Tal vez
sea eso un árbol
 

o tal vez 
el amor.

2

Anoche te soñé
sacerdotiza de Sekhmet, la diosa leontocéfala.
Ella desnuda en pórfido,
tu tersa piel desnuda.
¿Que ofrenda le rendías a la deidad salvaje
que miraba a través de tu mirada
un horizonte eterno e implacable?
La taza de tus manos contenía
tu libación secreta, lágrimas
o tu sangre menstrual, o tu saliva.
en todo caso no era semen
y mi sueño sabía
que la ofrenda sería rechazada
con un lento rugido desdeñoso
tal como desde siempre
lo habías esperado.

Después, quizá, ya no lo sé,
las garras en tu seno 
colmándote.

3

Nunca sabré porqué tu lengua entró en mi boca
cuando nos despedimos en tu hotel
después de un amistoso recorrer la ciudad
y un ajuste preciso de distancias.

Creí por un momento que me dabas
una cita futura,
que abrías una tierra de nadie, un interregno
donde alzanzar tu minucioso musgo.
Circundada de amigas me besaste,
yo la excepción, el monstruo,
y tú la transgesora murmurante.

Vaya a saber a quién besabas,
de quién te despedías.
Fui el vicario feliz de un solo instante,
el que a veces encuentra en su saliva
un breve gusto a madreselva
bajo cielos australes.

4

Quisiera ser Tiresias esta noche
y en una lenta espera boca abajo
recibirte y gemir bajo tus látigos
y tus tibias medusas.

Sabiendo que es la hora 
de la metamorfosis recurrente,
y que al bajar el vórtice de espumas
te abrirías llorando,
dulcemente empalada.
Para volver después
a tu imperioso reino de falanges,
al cerco de piel, tus pulpos húmedos,
hasta arrancarnos juntos y alcanzar abrazados
las arenas del sueño.

Pero no soy Tiresias,
tan sólo el unicornio
que busca el agua de tus manos
y encuentra entre los belfos
un puñado de sal.

5

No te voy a cansar con más poemas.
Digamos que te dije
nubes, tijeras, barriletes, lápices
y acaso alguna vez
te sonreíste. 

NOCTURNO

Tengo esta noche las manos negras, el corazón sudado
como después de luchar hasta el olvido con los ciempiés del humo.
Todo ha quedado allá, las botellas, el barco,
no sé si me querían y si esperaban verme.
En el diario tirado sobre la cama dice encuentros diplomáticos,
una sangría exploratoria, lo batió alegremente en cuatro sets.
Un bosque altísimo rodea esta casa en el centro de la ciudad,
yo sé, siento que un ciego está muriéndose en las cercanías.
Mi mujer sube y baja una pequeña escalera
como un capitán de navío que desconfía de las estrellas.
Hay una taza de leche, papeles, las once de la noche.
Afuera parece como si multitudes de caballos se acercaran
a la ventana que tengo a mi espalda.

PARA LEER EN FORMA INTERROGATIVA

Has visto
verdaderamente has visto
la nieve los astros los pasos afelpados de la brisa
Has tocado
de verdad has tocado
el plato el pan la cara de esa mujer que tanto amás
Has vivido
como un golpe en la frente
el instante el jadeo la caída la fuga
Has sabido
con cada poro de la piel sabido
que tus ojos tus manos tu sexo tu blando corazón
había que tirarlos
había que llorarlos
había que inventarlos otra vez.

EL FUTURO

Y sé muy bien que no estarás.
No estarás en la calle,
en el murmullo que brota de noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia
los completos de los subtes,
ni en los libros prestados
ni en el hasta mañana.

No estarás en mis sueños,
en el destino original
de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás
o en el color de un par de guantes
o una blusa.
Me enojaré amor mío,
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
me pararé en la esquina
a la que no vendrás,
y diré las palabras que se dicen
y comeré las cosas que se comen
y soñaré las cosas que se sueñan
y sé muy bien que no estarás,
ni aquí adentro, la cárcel
donde aún te retengo,
ni allí fuera, este río de calles
y de puentes.
No estarás para nada,
no serás ni recuerdo,
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente
trata de acordarse de ti.

OBJETOS PERDIDOS

Por veredas de sueño y habitaciones sordas
tus rendidos veranos me aceleran con sus cantos
Una cifra vigilante y sigilosa
va por los arrabales llamándome y llamándome
pero qué falta, dime, en la tarjeta diminuta
donde están tu nombre, tu calle y tu desvelo
si la cifra se mezcla con las letras del sueño,
si solamente estás donde ya no te busco.