jueves, 28 de marzo de 2024 00:05h.

Siete poemas de Paul Éluard

Paul Éluard
Paul Éluard

(Saint-Denis, 14 de diciembre de 1895 – 18 de noviembre de 1952)

Paul Éluard –cuyo verdadero nombre era Eugène-Émile-Paul Grindel- nació en Saint-Denis, en el seno del matrimonio formado por Climent Eugène, entonces contador, y Jeanne-Marie Cousin, costurera. En 1908 se trasladó a París y poco después ingresó en la escuela secundaria Colbert. A los 16 años tuvo que interrumpir sus estudios por culpa de una tuberculosis que le obligó a permanecer hospitalizado hasta 1914 en el sanatorio de Clavadel.

Fue allí donde conoció a la que sería su esposa: Elena Diakonova, una joven rusa que había ido a aquel lugar por padecer la misma enfermedad. Fue Paul quien le dio el apodo de “Gala” por el que años después sería famosa. Los dos se enamoraron y, pronto, en 1916, se casaron, en plena Primera Guerra Mundial, después de que Paul tuviera que dejar su servicio como enfermero militar tras sufrir una bronquitis aguda. Fue, además, “Gala” quien le inspiraría los textos de su primer poemario, El deber y la inquietud, que publicó en 1917.  

Al término de la guerra Paul comenzó a interesarse por el movimiento dadaísta, sobre todo, por el cuestionamiento que sus miembros hacían de todas las convenciones. Luego formó parte de distintos círculos intelectuales y trabó amistad con André Breton, el considerado fundador del surrealismo, que fue siempre una de sus influencias artísticas básicas. De aquel periodo son obras como Los animales y sus hombres (1920), Las desdichas de los inmortales (1922), Morir de no morir (1924), Capital del dolor (1926) –en donde ya se reveló como uno de los más importantes poetas franceses del momento- o La libertad o el amor (1927).

Sin embargo en paralelo a ello su matrimonio fue desgastándose, hasta que, finalmente, en 1929, ambos firmaron el divorcio. “Gala” se fue entonces con Salvador Dalí, con el que había trabado relación a partir de unas vacaciones que ella y su marido habían pasado en la casa del pintor. La situación inspiraría a Eluard su L’Amour la poésie (1929).

Los años 30 los vivió con nuevos amores, nuevas poesías y algunas desavenencias. Entre ellas, las que tuvo con algunos de sus compañeros surrealistas, además de con los miembros del Partido Comunista Francés, del que sería expulsado en 1933 tras haber estado siete años afiliado. Además, en 1934 se casó con la artista Nusch Éluard, que había sido modelo de Pablo Picasso.  Por su parte, como autor, en el resto de la década publicó obras como La rosa pública (1934), La evidencia poética (1937) o su conocido Diccionario abreviado del surrealismo (1938).

Durante la Segunda Guerra Mundial fue movilizado, retomó sus viejas compañías políticas y formó parte de la Resistencia. Desde entonces decidió emplear la palabra y el arte como una forma de lucha. De hecho, su poema Liberté de 1942 se ofrece como una de las expresiones más importantes del siglo XX de este sentimiento. Ahora bien, sus protestas le obligaron a formar parte de la clandestinidad. Así fue como publicó Poesía y verdad (1942) y El libro abierto (1942).

Nusch murió joven, en 1946, y, tras un periodo de tristeza, Éluard se unió a la mujer que fue su último amor, Dominique, a la que dedicó el libro Le Phénix (1952), en donde recoge esos años de pérdida y nuevo romance; y el contraste que sintió al pasar de la desesperación al amor y la vida.

Desafortunadamente, en el mismo año en que se publicó este libro, Paul murió de forma repentina. Tenía 56 años de edad. Sus últimos trabajos, además de Le Phénix, habían sido sus Poemas políticos (1948), Corps mémorable (1948), Una lección de moral (1949) y Tout dire (1951). Con todo ello, dejaba a sus espaldas una extensa obra en donde había sabido mezclar dadaísmo, surrealismo y los pormenores de su rico universo sentimental. Y esto, con una maestría que muy pocos poetas han sabido igualar.

LIBERTAD

En mis cuadernos de colegial
Sobre el pupitre y los árboles
Sobre la arena sobre la nieve
Escribo tu nombre

Sobre todas las páginas leídas
Sobre todas las páginas en blanco
Piedra, sangre, papel o ceniza
Escribo tu nombre

Sobre las imágenes doradas
Sobre las armas de los belicosos
Sobre la corona de reyes
Escribo tu nombre

Sobre la selva y el desierto
Sobre los nidos sobre las retamas
Sobre el eco de mi infancia
Escribo tu nombre

Sobre las maravillas de las noches
Sobre el pan blanco de los días
Sobre las temporadas desposadas
Escribo tu nombre

Sobre todos mis trapos de azul
Sobre el estanque sol enmohecido
Sobre el lago luna viva
Escribo tu nombre

Sobre los campos sobre el horizonte
Sobre las alas de los pájaros
Y sobre el molino de las sombras
Escribo tu nombre

Sobre cada soplo de aurora
Sobre el mar en los barcos
Sobre la montaña lunática
Escribo tu nombre

Sobre la espuma de las nubes
Sobre los sudores de la tormenta
Sobre la lluvia gruesa e insípida
Escribo tu nombre

Sobre las formas que centellean
Sobre las campanas de los colores
Sobre la verdad física
Escribo tu nombre

Sobre las sendas despertadas
Sobre las carreteras desplegadas
Sobre los lugares que desbordan
Escribo tu nombre

Sobre la lámpara que se enciende
Sobre la lámpara que se apaga
Sobre mis casas reunidas
Escribo tu nombre

Sobre el fruto cortado en dos
Espejo y mi habitación
Sobre mi cama vacía
Escribo tu nombre

Sobre mi perro codicioso y tierno
Sobre sus orejas elaboradas
Sobre su pierna torpe
Escribo tu nombre

Sobre el trampolín de mi puerta
Sobre los objetos familiares
Sobre el mar del fuego bendito
Escribo tu nombre

Sobre toda carne concedida
Sobre la frente de mis amigos
Sobre cada mano que se tiende
Escribo tu nombre

Sobre el cristal de las sorpresas
Sobre los labios atentos
Bien sobre el silencio
Escribo tu nombre

Sobre mis refugios destruidos
Sobre mis faros aplastados
Sobre las paredes de mi problema
Escribo tu nombre

Sobre la ausencia sin deseos
Sobre la soledad desnuda
Sobre las marchas de la muerte
Escribo tu nombre

Sobre la salud vuelta de nuevo
Sobre el riesgo desaparecido
Sobre la esperanza sin recuerdos
Escribo tu nombre

Y por el poder de una palabra
Reinicio mi vida
Nací para conocerte
Para nombrarte
Libertad

ENAMORADA

Está de pie frente a mis párpados,
sus cabellos entre los míos.
Tiene la forma de mis manos
y tiene el color de mis ojos.
Y fui por ella devorado
como una isla por el mar.

Tiene los ojos siempre abiertos,
me tiene siempre desvelado;
a plena luz sueña sus sueños
que hacen declinar el sol,
me hace reír, me hace llorar
llorar y reír, y hablar
sin tener nada que decir.

Versión de Eduardo Carranza

EL ESPEJO DE UN MOMENTO

Disipa el día,
Muestra a los hombres las imágenes desligadas de la apariencia,
Quita a los hombres la posibilidad de distraerse,
Es duro como la piedra,
La piedra informe,
La piedra del movimiento y de la vista,
Y tiene tal resplandor que todas las armaduras y todas las máscaras
                quedan falseadas.
Lo que la mano ha tomado ni siquiera se digna tomar la forma
                de la mano,
Lo que ha sido comprendido ya no existe,
El pájaro se ha confundido con el viento,
El cielo con su verdad,
El hombre con su realidad.

De "Capitale de la douleur"

Versión de Aldo Pellegrini

SOLAMANTE DESEO AMARTE...

Solamente deseo amarte
Una tempestad llena el valle
Un solo pez el río

Te he hecho
A la medida de mi soledad
Todo el mundo para esconderse
Días y noches para comprenderse

Para contemplar en tus ojos
Todo lo que pienso de ti
Y de un mundo hecho a tu imagen

Y las noches y los días gobernados por tus párpados.

TE AMO

Te amo por todas las mujeres que no he conocido.
Te amo por todos los tiempos que no he vivido.
Por el olor del mar inmenso y el olor del pan caliente.
Por la nieve que se funde por las primeras flores.
Por los animales puros que el hombre no persigue.
Te amo por amar.
Te amo por todas las mujeres que no amo.

Quién me refleja sino tú misma me veo tan poco
sin ti no veo más que una planicie desierta.
Entre antes y ahora
están todas estas muertes que he sorteado sobre paja.
No he podido atravesar el muro de mi espejo.
Tuve que aprender la vida como se olvida
palabra por palabra

Te amo por tu sabiduría que no me pertenece.
Te amo contra todo lo que no es más que ilusión.
Por el corazón inmortal que no poseo
crees ser la duda y no eres sino razón.
Eres el sol que me sube a la cabeza
cuando estoy seguro de mí.

Versión de Luis A. Cano

LA MUERTE, EL AMOR, LA VIDA...

Creí que me rompería lo inmenso lo profundo.
Con mi pena desnuda, sin contacto, sin eco,
me tendí en mi prisión de puertas vírgenes
como un muerto sensato que había sabido morir.
Un muerto coronado sólo de su nada ...
Me tendí sobre las olas absurdas del verano
absorbido por amor a la ceniza.
La soledad me pareció más viva que la sangre.

Quería desunir la vida,
quería compartir la muerte con la muerte,
entregar mi corazón vacío a la vida
borrarlo todo, que no hubiera ni vidrio ni vaho...
Nada delante, nada detrás, nada entero.
Había eliminado el hielo de las manos juntas,
había eliminado la osamenta invernal
del voto de vivir que se anula.
Tú viniste y se reanimó el fuego,
cedió la sombra el frío,
aquí abajo se llenó de estrellas
y se cubrió la tierra.
De tu carne clara  me sentí ligero...
Viniste, la soledad fue vencida,
tuve una guía sobre la tierra y supe
dirigirme, me sabía sin medida,
adelantaba ganaba tierra y espacio

Iba sin fin hacia la luz ...
La vida tenía un cuerpo, la esperanza tendía sus velas
promisoria de miradas confiadas para el alba.
De la noche surgía una cascada se sueños.

Los rayos de tus brazos entreabrían la niebla.
El primer rocío humedecía tu boca
deslumbrando reposo remplazaba el cansancio.
Yo amaba el amor como en mis primeros días.

Los campos están labrados las fábricas resplandecen
y el trigo hace su nido en una enorme marea,
las mieses, la vendimia, tienen muchos testigos,
nada es singular ni simple,
el mar está en los ojos del cielo o de la noche,
el bosque da a los árboles seguridad
y los muros de las casas tienen una piel común,
los caminos siempre se encuentran.

Los hombres están hechos para entenderse
para comprenderse, para amarse,
tienen hijos que serán padres de los hombres,
tienen hijos sin fuego ni lugar
que inventarán de nuevo a los hombres,
y la naturaleza y su patria
la de todos los hombres
la de todos los tiempos. 

Versión de Andrés Holguín

EL AVE FÉNIX

Soy el último en tu camino
la última primavera y última nieve
la última lucha para no morir.

Y henos aquí más abajo y más arriba que nunca.

De todo hay en nuestra hoguera
piñas de pino y sarmientos
y flores más fuertes que el agua...

Hay barro y rocío...

La llama bajo nuestro pie la llama nos corona.
A nuestros pies insectos pájaros hombres
van a escaparse

Los que vuelan van a posarse.

El cielo está claro, la tierra en sombra
pero el humo sube al cielo
el cielo ha perdido su fuego.

La llama quedó en la tierra.

La llama es el nimbo del corazón
y todas las ramas de la sangre
Canta nuestro mismo aire..

Disipa la niebla de nuestro invierno
hórrida y nocturna se encendió la pena,
floreció la ceniza en gozo y hermosura
volvemos la espalda al ocaso.

Todo es color de aurora. 

Versión de Andrés Holguín