viernes, 29 de marzo de 2024 00:02h.

Canciones con historia: “Strange Fruit”, de Billie Holiday, el himno antirracista más sobrecogedor

Desde que en 1939 Billie Holiday cantó “Strange Fruit” por primera vez, estuvo ligada a esta canción. En aquella ocasión el público enmudeció: jamás nadie se había atrevido a incluir una letra tan terrible y explícita. Jamás nadie había escuchado una condena al racismo así. Durante muchos años, le fue difícil cantarla. Porque lo que narraba era demasiado real. Hoy recordamos la historia de esta sobrecogedora composición, considerada por la revista Time en 1999 como “la canción del siglo”.

Era marzo del año 1939. Billie Holiday se preparaba para cantar el último tema de la noche en el Café Society de la ciudad de Nueva York. Pidió a los camareros que interrumpieran el servicio y, con un único foco en la sala que señalaba directamente su rostro, empezó a cantar.

De los árboles del sur cuelga una fruta extraña.
Sangre en las hojas, sangre en la raíz
Cuerpos negros se balancean en la brisa sureña
La fruta extraña cuelga de los álamos.

Aunque Billie, a sus 23 años, ya tenía fama de rebelde e irreverente, nadie estaba preparado para algo así. Pero, cuando continuó, la sorpresa fue mayor. Era la letra más dura que los presentes jamás habían escuchado en una canción.

Escena pastoral del valiente sur.
Los ojos saltones y la boca retorcida.
Aroma de las magnolias, dulce y fresco.
Y el repentino olor a carne quemada.

Aquí está la fruta para que la arranquen los cuervos.
Para que la lluvia la tome, para que el viento la aspire
Para que el sol la pudra, para que los árboles la dejen caer.
Esta es una extraña y amarga cosecha.

Al terminar la canción el foco se apagó. Y Billie, que había hecho su interpretación de un modo tan desgarrado como real, salió de allí corriendo. Según algunos biógrafos acudió al baño, para vomitar por los nervios y la impresión. Habían sido solo tres minutos, pero había sido un momento para la historia. Había cantado el himno que le acompañaría siempre y pasaría a la posterioridad por ser una de las más importantes manifestaciones artísticas de la lucha contra el racismo. 

Billie Holiday fotografiada por Carl Van Vechten en 1949

La letra la había escrito Abel Meeropol, un profesor de Nueva York que, tras quedar sobrecogido al ver una foto fechada nueve años atrás con el linchamiento de dos hombres negros en Indiana, había sentido la necesidad de expresarse. Entonces no era raro que se vendieran estas imágenes (algunas, incluso, en tarjetas postales, como explica Bob Dylan en su canción "Desolation Row”) que reflejaban cómo se castigaba a los negros en algunos estados norteamericanos. Muchas veces, ante un público compuesto por adultos y niños que jaleaban y aplaudían a esa “fruta extraña” que se balanceaba sin vida

Billie Holiday no siempre interpretó la canción en sus conciertos. Le causaba demasiado dolor hacerlo. Y por eso sus conocidos le pidieron en varias ocasiones que la apartase de su repertorio. No solo por ella, también por el público: la interpretación suponía un golpe demasiado intenso. Pero, al final, ella siempre regresaba a “Strange Fruit”.  

Había algo que explica también el dolor. Holiday no solo se identificaba racialmente, también de un modo muy personal, pues sentía que, en cierta forma, se estaba cantando a sí misma. Por haber maltratado su cuerpo. Por esa existencia difícil que le había tocado vivir. Desde que de niña su padre le había abandonado y su madre, que había tenido a Billie con tan solo trece años, la había desatendido. Por esa infancia terrible, en que, antes de cumplir diez años, ya había sido violada. Por haberse iniciado, a los quince, en el mundo de la prostitución. Y por haber caído al llegarle la fama en una espiral insuperable de alcohol y drogas. Siempre a la búsqueda de su siguiente dosis de heroína.

Holiday actuando en el Club Bali (Washington) en 1948

Su cuerpo envejeció prematuramente. Su salud se agravó. Tenía problemas cardiacos y cirrosis hepática. Y cuando en 1959 se internó en un hospital de Nueva York por su mal estado de salud, ya no pudo superar tantas circunstancias adversas. Tenía 44 años cuando falleció, convertida en una sombra de la mujer que había sido. Sin poder ver jamás el mundo que esperaba a la comunidad negra de los años sesenta, que cantarían su canción una y otra vez y recordarían que ella fue una de las primeras en atreverse a romper las barreras que la sociedad les ponía. Con una canción que pasó a ser el primer himno antirracista y se atrevió a mostrar ante el mundo los horrores a los que muchos parecían haberse acostumbrado.