Franco Battiato: el olvido, el cambio y el peso de las emociones (regresaremos de nuevo)
Franco Battiato vive recluido en su casa desde que en noviembre de 2017 sufriera un accidente doméstico. Desde entonces no han parado de crecer los rumores en torno a una posible enfermedad. En ese contexto apareció hace meses el que se ha anunciado como el último disco de su carrera, “Torneremo ancora”, en donde se incluyen los temas que grabó el italiano con la Royal Philharmonic Orchestra durante la última gira que realizó.
Siempre dijo que no tenía miedo a la muerte. Y, seguramente, tampoco, lo tuvo al olvido. Franco Battiato, el genial músico italiano (Riposto, 1945), lleva algunos años apartado del mundo, sin que, ni él ni sus familiares, terminen de explicar el porqué y sin que se acallen los rumores de que una grave enfermedad le impide volver a los escenarios (un buen amigo suyo, el músico Roberto Ferri, es el que más claramente ha hablado sobre ello al asegurar que Battiato ya no le reconoce).
De modo que quizá el hombre que supo combinar como pocos la poesía con la música (ayudado, muchas veces, por las letras de Manlio Sgalambro) y la multiculturalidad con el eclecticismo, haya cruzado las orillas del olvido, pero en el camino ha dejado ya una herencia que muy pocos van a poder equiparar. Centenares de canciones en las que ha reflexionado sobre la vida, los recuerdos, la Historia, el amor, la religión, la espiritualidad, las pasiones, el arte y la muerte. Toda una filosofía de la existencia que se resume en una idea que ha repetido muchas veces en canciones, entrevistas y vídeos: la de que el ser humano está solo de paso y que, por tanto, debemos aceptar que la vida no es más que un camino de búsqueda hacia la verdadera libertad del alma. “Vivir no es muy complicado -cantaba en “El animal”-. Si puedes renacer después”. Y, por eso, la vida es un constante cambio y la muerte un simple un proceso de transición hacia otra existencia.
Franco Battiato ha dejado una herencia que muy pocos van a poder equiparar. Centenares de canciones en las que ha reflexionado sobre la vida, los recuerdos, la Historia, el amor, la religión, la espiritualidad, las pasiones, el arte y la muerte.
Su carrera musical corrobora, desde luego, su creencia de que no es conveniente anclarse. Su primer single data de 1965, con una pieza fácilmente encasillable en las pautas de la canción romántica italiana, pero pronto pasó a coquetear con la música electrónica, el rock progresivo (con discos muy bien considerados en el ámbito como La Convenzione/Paranoia, de 1971) y el pop. O al menos, ese pop de difícil etiqueta que acabó practicando y que tan complicado resulta de emular.
Su llegada a EMI en 1977 permitió que sus ideas alcanzaran a un público mucho más amplio, y de hecho, sus álbumes obtuvieron desde entonces una relevancia internacional que coincidió con los que, para muchos, fueron sus años más prolíficos e inspirados. De entonces son álbumes tan clásicos como L’era del cinghiale bianco (1979), Patriots (1980), La voce del padrone (1981), o L’Arca di Noè (1982); así como sus primeras versiones en español (siempre con una traducción que resultaba tan enigmática como cautivadora) de algunos de sus temas y discos más importantes. Es el caso de canciones como “Bandera Blanca”, “Cuccurrucucu”, “Nómadas” o “Yo quiero verte danzar”, por citar algunas de los que en España se escucharon una y otra vez en la radio y en la televisión. Canciones que, sin embargo, se acompañaron de otras, que sonaron menos, pero que resultaban tan hermosas en castellano como “Perspectiva Nevski”, “Otra vida”, “Pobre patria”, “Carta al gobernador de Libia”, “Despertar en primavera” o, ya durante los años noventa, “Días extraños” y “La cura”, una de las más convincentes declaraciones de amor que jamás se hayan escrito. Y aún publicó en 2001 en castellano su excelente Ferro batuto (Hierro Forjado). Tras ello, abrió una última etapa, de música electrónica, versiones y revisiones de sus gustos clásicos en que, pese al largo recorrido que tenía a sus espaldas, siguió mostrándose creativo.
Escuchar el que, ya definitivamente, será el último disco de Battiato provoca una sensación indefinible. Queda siempre, eso sí, la esperanza (escasa) de que no sean ciertos los rumores que le relacionan con la enfermedad del olvido.
No viajó mucho a América Latina, pero sí a España. La última vez, en 2017, a poco de que se produjera su definitiva –e inesperada- despedida de los escenarios. Entonces le vimos más envejecido, con algunos problemas de movilidad, pero eso no le impidió demostrar, una vez más, la magia que tenían sus canciones de tú a tú. Fue, de hecho, en esas fechas cuando grabó el que va a ser su disco de despedida, una serie de versiones de sus temas que realizó junto a la Royal Philharmonic Orchestra de Londres y entre las que aparece un tema inédito –compuesto originalmente para Andrea Bocelli- de expresivo título, “Torneremo Ancora” (“Regresaremos de nuevo”), en el que el italiano vuelve a incidir en sus filosofías y creencias. “Estoy esperando –dice- la mejor ocasión/para comprarme unas alas y salir de este planeta”. La misma idea, pues, que en los últimos años había expresado en sus entrevistas, cuando confesaba que no veía la hora de reencarnarse.
Pensar en todo esto cuando se escucha el que, ya definitivamente, será el último disco de Battiato provoca una sensación indefinible. Queda siempre, eso sí, la esperanza (escasa) de que no sean ciertos los rumores que le relacionan con la enfermedad del olvido. Y si no es así, que –utilizando algunas ideas de sus canciones-al menos sus sueños sigan atravesando el mar, más veloces que las águilas, para salvarnos de la melancolía y de las injusticias y mentiras de nuestro tiempo.