martes, 16 de abril de 2024 20:10h.

Amy Johnson: la pionera del mundo de la aviación que murió misteriosamente durante la Segunda Guerra Mundial

El 24 de mayo la piloto Amy Johnson alcanzaba, Australia. Era la primera mujer en conseguir volar sola desde Inglaterra y, con ello, pasaba a ser una celebridad que gozó de una popularidad similar a la de Amelia Earhart. Sin embargo, pese a su fascinante vida  (falleció durante una misión en la Segunda Guerra Mundial), es mucho menos conocida que la piloto estadounidense. Esta es su historia. 
Amy Johnson
Amy Johnson

Es mucho menos conocida que Amelia Earhart, pese a ser ambas contemporáneas y haber llevado vidas y carreras casi paralelas. Las dos fueron pioneras en la aviación. La dos desarrollaron una carrera que tenía bien poco que ver con la de la mayoría de las mujeres de su época. Y las dos fallecieron en un accidente de aviación, en la cresta de la popularidad, y bajo unas circunstancias que, a fecha de hoy, todavía no se han podido discernir.

Amy Johnson, sin embargo, no ha tenido la suerte de Amelia, que halló biógrafos, novelistas y directores de cine dispuestos a contar su historia y darla a conocer al gran público. Y todo pese a que la de Amy de suficiente material para ello. Había nacido en Kingston upon Hull (Inglaterra) el 1 de julio de 1903 y ya en su juventud había demostrado su deseo de salirse de lo habitual al estudiar, en unos años en que las mujeres no solían cursar estudios superiores, Arte y economía por la Universidad de Sheffield. Luego de licenciarse, había empezado a trabajar de secretaria, oficio que nunca le satisfizo, y del que empezó a apartarse luego de subirse por primera vez a un aeroplano y descubrir la fascinación que sentía al surcar los aires. De hecho, emocionada por la experiencia, decidió cursar clases de aviación y tras obtener la licencia abandonó rápidamente su trabajo y empezó a operar como mecánica en el aeródromo Stag Lane.

Lo hizo a la par que se preparaba para obtener el título de ingeniero de tierra, cosa que lograría en 1929 y que hizo que Amy se convirtiera en la primera mujer que obtenía la licencia del Ministerio del Aire en su país. Proceso este que había vivido a la par que salía a los periódicos la noticia de que Amelia Earhart se había convertido en la primera piloto en cruzar el océano Atlántico. Así que, inspirada por ello, y dispuesta a llegar más allá, decidió emprender un proyecto que resultaba aún más difícil: recorrer en solitario (Amelia lo había hecho en compañía de un piloto y un mecánico) la distancia que había entre Reino Unido y Australia.

Inició el viaje el 5 de mayo de 1930. Con mapas muy básicos, sin tener conexión por radio y sin que se le pudieran ofrecer datos meteorológicos de garantía (cosa que lamentó, sobre todo, cuando al atravesar el desierto tuvo que sufrir varias tormentas de arena). Pero, aún así, continuó, repostando en los puntos habilitados para ello, hasta que finalmente el 24 de mayo llegó a su destino. Y aunque al principio sintió una cierta decepción, pues esperaba llegar unos días antes porque buscaba superar el récord que poco atrás había establecido el australiano Bert Hinkler, igual quedó satisfecha por haber sido la primera mujer en conseguir la proeza. Es más, a su vuelta a Inglaterra descubrió que su viaje le había convertido en una celebridad, como confirmó el que, tiempo después, se le entregara por la hazaña la Orden del Imperio Británico. Además, los medios de comunicación empezaron a perseguirle, deseosos de saber algo más de su vida privada. Más aún, después de que Amy se casara en 1932 con el piloto Jim Mollison en una boda sorpresa que tuvo lugar pocos días después de que la pareja se conociera.

Tras la proeza de Australia la inglesa decidió buscar nuevos retos, que le permitieron, entre otros, superar el récord de velocidad en la ruta Londres-Tokio y convertirse en la primera persona que logró volar en solitario de Londres a Moscú en un mismo día. Además, junto a su marido (del que se separaría en 1938) realizó también varias empresas. Entre ellas, un viaje a Estados Unidos durante el que estuvieron a punto de perder la vida tras quedarse su avión sin combustible y verse obligados a realizar un aterrizaje forzoso.

 

La década de los años treinta fue, por tanto, la más satisfactoria para Amy. Logró cumplir sus deseos y además, fue bien considerada por sus compatriotas. Luego, llegó la Segunda Guerra Mundial y entonces ella se puso a trabajar para los aliados transportando por vía aérea máquinas y soldados. Hasta que un 5 de enero de 1941, en un invernal día de nieve y viento, se subió a su Airspeed Oxford para, como siempre, realizar los encargos que le habían ordenado. Poco después, el avión comenzó a perder altura hasta estrellarse, con estrépito, en el estuario del Támesis. Algunos testigos contaron a las autoridades que la habían visto lanzarse en paracaídas y que, incluso, habían tenido la oportunidad de contemplarla flotando entre las aguas embravecidas y la nieve antes de desaparecer de forma definitiva. 

Su muerte fue totalmente inesperada. Y como la de Amelia, que también había fallecido cuatro años atrás por un accidente de aviación, despertó muchas teorías y versiones. Más aún, porque el cuerpo nunca se encontró (hay quien afirma que ella murió por culpa de las hélices del barco que había tratado de rescatarle). Ahora bien, en los últimos años la que ha tenido más importancia es la que dio Tom Mitchell en 1999, pues afirmó que él mismo había disparado sobre el avión por orden de sus jefes ingleses después de que creyeran que el Airspeed Oxford de Amy era un avión enemigo. Algo que, luego, le ordenaron no contar a nadie, por todo lo que podía implicar. Un testimonio directo que, sin embargo, no pudo apoyar con pruebas y que hace que, todavía hoy, todo lo que rodea a la desaparición de la piloto siga siendo misterio.

Pero, detalles aparte, lo que hay que señalar es que Amy Johnson pasó a la historia de la aviación y que, con su lucha, logró derribar muchas de las barreras que en su tiempo se ponía a las mujeres. Y que, por esos hechos, su biografía merecería tener mucho más eco.