martes, 08 de octubre de 2024 00:00h.

El escritor Henry David Thoreau: el padre de la ecología y uno de los inspiradores de Gandhi y Martin Luther King

Hoy, 12 de julio, es el aniversario del natalicio del llamado padre de la ecología y autor de la fundamental Walden. Un hombre inusual para su tiempo que, además, defendió la desobediencia civil desde un punto de vista pacífico, atacó a los esclavistas y realizó distintos ensayos en pro de los derechos humanos. Merece la pena recordarle, y más, en estos tiempos de civilización. 
Henry David Thoreau
Henry David Thoreau

En marzo de 1845, Ellery Channing dijo a su amigo Henry Thoreau: “Vete, construye una cabaña y comienza el gran proceso de devorarte a ti mismo: no veo otra alternativa ni otra esperanza para ti”. Era el resumen de la incomprensión que, muchas veces despertaba aquel joven de 28 años, incluso entre aquellos que le tenían afecto. Porque, aunque siempre había tenido sus "rarezas", a la última no le hallaban sentido: salir de la ciudad, alojarse en una cabaña a orillas del lago Walden, en Concord (Massachusetts), y vivir allí un tiempo, apartado de todos.

Poco antes de decidir aquello había muerto su hermano John, a raíz de un accidente que en principio había parecido inofensivo: se había producido un corte al afeitarse, con tan mala suerte, que acabó infectándose. Así que es posible que en la tristeza que eso le produjo se encuentre alguno de los motivos por los que Thoreau quiso salir del mundo civilizado. Había estado siempre muy unido a él e, incluso, había puesto en marcha en su compañía una escuela de gramática que habían organizado a partir de una idea que, en aquellos años, era provocadora: no infligir castigos a los niños. Todo, después de que Thoreau hubiera abandonado el colegio en que trabajaba al enfrentarse a la dirección por no querer seguir esa vieja máxima que decía “la letra con sangre entra”.

Pero había otra cosa que tampoco entendían los que conocían a Thoreau: que alguien con su titulación, que había estudiado en Harvard y que había realizado cursos de disciplinas como Filosofía, Matemáticas, Ciencia y Retórica, quisiera enseñar a niños en lugar de emplear sus conocimientos en empresas económicamente más sustanciosas. Pero Thoreau siempre puso por delante su yo interior antes que el social. Y por eso, al final, el 4 de julio de 1845 fue a Walden. Y permaneció allí dos años, dos meses y dos días, a las orillas del lago; en una cabaña que construyó con sus propias manos; trabajando la tierra y escribiendo ensayos y poesía, conectado únicamente a la civilización por los ecos del ferrocarril que de vez en cuando escuchaba a lo lejos. Solo una vez tuvo que interrumpir eso. Cuando llegó un recaudador de impuestos local y le pidió todos los pagos atrasados que debía. Algo a lo que Thoreau respondió negándose a entregarle el dinero, alegando que el gobierno lo utilizaría para perpetuar la esclavitud y financiar los abusos que se cometían contra los mexicanos y contra los nativos americanos. ¿El resultado? El recaudador decidió detenerle y Thoreau acabó en prisión.  

De todas esas experiencias surgieron dos textos que, aunque en su día no tuvieron apenas repercusión, con el tiempo alcanzaron una gran trascendencia. El primero, su ensayo Desobediencia civil (1849), en el que propuso una forma de lucha pacífica contra el Estado y sus injusticias; y después, la que fue su gran obra, Walden (1854), uno de los textos fundadores de la ecología y de la defensa de un trato ético hacia todos los seres vivos, además de una llamada a la naturaleza frente a la maquinización de la sociedad. Como decía allí: “los hombres se han convertido en las herramientas de sus herramientas". Y él quería evitar eso.

En su día, por todo ello, muchos le consideraron un autor “emocional e intelectualmente inmaduro”, con un sistema filosófico impracticable. Pero tampoco le importó. Y siguió defendiendo sus ideas. Y aunque fue precisamente esa obsesión por la naturaleza la que le llevó a una temprana muerte, pues enfermó de bronquitis en 1860 tras salir una noche de lluvia para contar los anillos de los tocones de los árboles, siempre manifestó su felicidad por haber tenido la suerte de sentir esa pasión. Falleció en 1862, cuando tenía 44 años, tras haber pasado un tiempo enfermo arreglando sus ensayos y trabajos científicos (también algunas poesías) por si, en el futuro, podían servir a alguien.

No se equivocó. Con el tiempo su obra y su filosofía se revalorizaron. No solo con el “boom” ecológico de la segunda mitad del siglo XX. También por sus textos sobre la rebeldía contra el Estado, que influyeron a hombres como Tolstói o Mahatma Gandhi, que tuvo su Desobediencia civil como uno de sus libros de cabecera. También, al propio Martin Luther King, que se fijó en sus obras para ofrecer su idea de lucha pacífica. De modo que aunque Thoreau no tuvo en vida el éxito del que sí gozaron amigos suyos, lo cierto es que al final el tiempo acabó quitándole la razón a muchos de sus críticos para dársela a él. También en aquello de que somos, a veces, herramientas de nuestras herramientas.