jueves, 18 de abril de 2024 00:00h.

Vida y desaparición de Hoffa, el líder sindical a quien llamaron el segundo “hombre más poderoso” de los USA

De trabajar cargando y descargando cajas a ser uno de los hombres más poderosos de los Estados Unidos. La biografía de Jimmy Hoffa (1913-¿1975?) ha fascinado durante décadas a sus compatriotas, que se dividen entre quienes defienden su labor sindical y quienes lo califican como un delincuente más. Su desaparición en 1975, seguramente a manos de la Mafia, supone uno de los grandes misterios de la historia reciente del país.

 “Es el hombre más poderoso del país, después del presidente”, dijo de él Robert Kennedy. No exageraba. Durante las décadas de los 50 y 60 Jimmy Hoffa fue el más temido líder sindical de los Estados Unidos, alguien con la capacidad de doblegar a los hombres más poderosos del país. Era habitual verle en la prensa, dando entrevistas o asistiendo a grandes actos, y su imagen despertaba entre los lectores opiniones totalmente contrapuestas. Desde los que hallaban en él a un delincuente peligroso a quienes lo veían como el único héroe real de la clase trabajadora. Estos, además, recordaban que Hoffa había comenzado desde la base, trabajando como mozo de almacén cargando y descargando cajas, así que lo veían como uno de los suyos.

Para Hoffa las cosas cambiaron con los tiempos de la Gran Depresión, cuando se interesó en la lucha sindical y los camioneros, al ver que les conseguía mejoras en su salario y en sus condiciones laborales, empezaron a considerarle su líder. De hecho, cuando llegó a la Hermandad Internacional de Camioneros (IBT), en donde iba a lograr su fama, había 30 mil afiliados y solo diez años después, bajo su liderazgo, sumaba esta ya dos millones y medio.

Jimmy Hoffa encabezando una marcha en Miami Beach en 1957

Un ejemplo podría explicar algo de la personalidad de Jimmy: cuando se le llamó a filas para cumplir con sus obligaciones en la Segunda Guerra Mundial este se negó a obedecer. ¿La excusa para ello? Dijo que su labor para el país era mucho más provechosa en los Estados Unidos que en un campo de batalla. Y sus seguidores estuvieron de acuerdo. Porque, según creían, su bien era, también, el de los trabajadores. No en vano, Hoffa en sus negociaciones demostraba ser infatigable, no se amilanaba ni impresionaba por nadie, y si era necesario se mostraba extraordinariamente duro. Entre sus argumentos estaba el de que sin los camioneros la economía del país se paralizaría y entraría en recesión. Por lo que convenía tenerles contentos. Así, los trabajadores veían cómo les conseguía mejoras en sus sueldos, además de vacaciones pagadas y fondos de jubilación garantizados. Aunque no fuera siempre desde vía legales, pues Hoffa igual se valió de amenazas y de métodos extraordinariamente violentos para conseguirlo, contando para llevarlos a cabo con el apoyo de la propia Mafia, a cuyos jefes, entre otros favores, este “lavaba” el dinero.

Demasiado poder, pues, para que el gobierno no se fijara en él. Sobre todo, Robert Kennedy, el hermano del presidente, quien se tomó como un asunto personal lo de conducir al líder sindical a la cárcel. Así, logró llevarle a los tribunales en varias ocasiones acusándole de fraude, conspiración, evasión de impuestos, lavado de dinero, daños a la propiedad privada y homicidio. Hoffa lo negó todo y buscó minimizar a Robert acusando a la familia Kennedy de estar desconectada del mundo real porque solo había conocido el lujo y los privilegios, pidiendo a sus miembros que comenzaran a trabajar “de verdad”. Con estas declaraciones se llevó el aplauso de sus partidarios pero, al final, no pudo hacer nada ante las pruebas que se presentaron contra él y el 4 de marzo de 1964 fue condenado a trece años de prisión, en donde ingresaría, tras hacer lo posible por evitarlo, en 1967.

Bobby Kennedy y Jimmy Hoffa

Hoffa había dicho en 1960 en la televisión “nadie en este país respeta lo débil”. Y pronto sus propios compañeros, deseosos de ocupar el vacío que había dejado, se lo corroboraron. Uno de ellos fue el mismo vicepresidente del sindicato, Frank Fitzsimmons, quien de inmediato se acercó a los jefes de la mafia para, consciente de que estaban cansados del protagonismo de su protegido, ser su sucesor. Poco después, se convertía en el nuevo cabecilla del sindicato, de modo que cuando Hoffa salió de la cárcel en 1971 se encontró con un panorama muy distinto al de poco tiempo atrás. Y aunque trató de retomar sus viejas alianzas, pronto comprobó que los jefes de la mafia, que preferían la docilidad de Frank, le daban la espalda. Aún así, siguió insistiendo y logró establecer una reunión con ellos para el 30 de julio de 1975. Allí acudió Hoffa, dispuesto, como otras veces, a convencer a todos de la importancia de su liderazgo, pero al final los jefes no se presentaron, así que, enfadado, se subió a un auto con la intención de regresar a su casa. Fue la última vez que, oficialmente, se le vio. Por un tiempo las autoridades pensaron que, quizá, había huido, pero al final, pese a no encontrarse jamás su cuerpo, consideraron que seguramente ese mismo 30 de julio fue asesinado.  

Frank Sheeran, quien confesó haber matado a Hoffa

Hoy día Hoffa sigue despertando fascinación entre sus compatriotas. Hay numerosas biografías y estudios sobre él y su posible fin, e incluso ha sido el protagonista de varias películas, como FIST (Norman Jewison, 1978, en donde es encarnado por Sylvester Stallone), Hoffa (Danny DeVito, 1992, siendo aquí Jack Nicholson quien le da vida) o la más reciente El irlandés, de Martin Scorsese (interpretado por Al Pacino). La última de ellas, por cierto, ofrece una posible explicación de su muerte a partir del testimonio de Frank Sheeran (Robert de Niro en la película), el hombre que confesó ser su asesino. Ahora bien, él solo fue uno más de los sicarios que se responsabilizaron de ello, pues la muerte de alguien tan importante suponía para ellos prestigio y encargos. Por eso, pese a todas las investigaciones, todavía hoy la desaparición de Hoffa sigue siendo uno de los grandes misterios del siglo XX.