martes, 19 de marzo de 2024 00:00h.

Cómo Dostoyevski creó una de sus obras maestras: ‘El jugador’

En 1866 Fiódor Dostoyevski publicó una de sus grandes novelas: El Jugador. La había completado en tan solo 26 días, agobiado por sus muchas deudas, dictándola a su secretaria e inspirándose en un tema que conocía bien: las terribles consecuencias de la ludopatía. De hecho, Dostoyevski reflejó allí sus propias experiencias personales con el juego de la ruleta, adicción que le persiguió siempre y provocó su ruina económica.

Fiódor Dostoyevski, por Vasily Perov (1872)
Fiódor Dostoyevski, por Vasily Perov (1872)

“Y creí en mi sistema... en un cuarto de hora gané 600 francos. Esto abrió mi apetito. De repente comencé a perder, no pude controlarme y lo perdí todo. Después de eso... tomé mi último dinero y me fui a jugar... Me dejé llevar por esta inusual buena fortuna, arriesgué los 35 napoleones y los perdí todos. Me quedaban 6 napoleones de oro para pagar a la casera y para el viaje. En Ginebra empeñé mi reloj”.

Así explicó Dostoyevski a su hermano Mikhail cómo había perdido todo su dinero por culpa del juego. Era el 8 de septiembre de 1863 y por entonces todavía no era la figura literaria en que se convertiría años después, aunque ya había publicado obras tan importantes como Humillados y ofendidos y Pobres gentes. Estaba fascinado por su último gran descubrimiento, el juego de la ruleta, en un lugar que hoy puede resultar inesperado: un balneario europeo. Todo porque estos emplazamientos destinados al descanso y la salud habían perdido en las últimas décadas algunas de sus condiciones originales para convertirse en auténticos centros de ocio a cuyo alrededor se construían hoteles, teatros, villas… y también casinos y salas en donde los residentes gastaban su dinero.

Dostoyevski en París en 1863, año en que se inició su adicción por la ruleta

Dostoyevski conoció todo esto cuando, mientras se dirigía a París, decidió pasar unos días en el balneario de Wiesbaden, en donde jugó por primera vez con la buena fortuna –o mejor dicho, mala, dado lo que vino después- de ganar dinero y experimentar una emoción tan inesperada como intensa. Desde entonces una de sus obsesiones fue la de hallar un sistema que le permitiera asegurarse ganancias, mostrándose feliz cuando creía haberlo conseguido. Así lo afirmaba en sus cartas a familiares y conocidos, como por ejemplo, a la hermana de su mujer, a quien una semana antes de la misiva mencionada más arriba aseguraba conocer “el secreto de cómo ganar” o a su hermano, al que escribió: “En Wiesbaden inventé mi propio sistema de juego; y al aplicarlo gané de inmediato 10.000 francos. A la mañana siguiente utilicé otro sistema, y perdí, así que en la noche regresé a mi sistema anterior, siguiéndolo de forma rigurosa, y gané 3.000 francos”.

Primera edición de El jugador (1866)

Sin embargo, aquello solo fueron los inicios de una adicción que le acompañaría en los años siguientes y nunca logró curar del todo. Es más, para él el juego acabó siendo una forma de afrontar sus muchas desgracias. Ya su infancia había sido difícil, y recientemente había regresado de Siberia, adonde había ido a parar como castigo por conspirar contra el zar, pero el futuro iba a serle aún peor. Sobre todo, después de que en 1864 falleciera su primera esposa y cayera en una depresión que le llevó a escribir de forma compulsiva –el resultado fue su gran obra, Crimen y castigo- y a jugar constantemente. A tal punto que, tras arruinarse, se vio obligado a ceder los derechos de todas sus obras y prometer a la editorial un nuevo libro.

Fue entonces cuando, observando su propia experiencia, creó la que sería una de sus más célebres novelas, El jugador, ambientada en la ficticia Roulettenburgo, población que es un compendio de esos lugares donde él se había apasionado por los juegos de azar. Del mismo modo que el personaje de Alekséi Ivánovich, el narrador y protagonista del libro, tiene mucho que ver con el propio Dostoyevski, pues en el libro empezará a jugar de forma casual hasta caer en una espiral de dependencia. Aunque no es, tampoco, el único que cae en la trampa: la anciana Antonida Vasílevna también sufre un episodio similar, generándose una serie de consecuencias que acompañarán toda la trama.

Anna Grigórievna Snítkina (Anna Dostoyevskaya) en los años setenta

Pero para Dostoyevski El Jugador fue algo más que un modo de obtener urgentemente dinero mientras sacaba a la luz sus demonios interiores, también le permitió conocer a su segunda esposa, pues, para cumplir los urgentes plazos dados por el editor, decidió contratar a una taquígrafa llamada Anna Grigórievna Snítkina. A ella le dictó, en tan solo 26 días, su obra al completo, naciendo así una relación que se consolidaría con su boda en 1867. Empero, eso no cambió su alma torturada, menos aún cuando la muerte de su hija le arrojó nuevamente a la depresión. Pero igual, pese a todas estas crisis, siguió escribiendo.

El jugador es una novela, por tanto, que nace de la biografía de Dostoyevski. Además, como todas las obras del autor ruso tiene algo que es una marca personal: su sorprendente capacidad para explorar en las pasiones humanas. No solo las adicciones, también otras como la ambición, la codicia o el amor. Por eso esta no es solo una novela en torno a la ludopatía, también es un retrato sobre los sentimientos humanos y la búsqueda constante de la luz entre tanta oscuridad. Porque, en el fondo, su protagonista sigue buscando esperanza. Una mezcla de sensaciones que muy pocos autores han sido capaces de expresar. Y menos, en el tiempo récord en que esta novela se escribió.