jueves, 25 de abril de 2024 00:03h.

La condición especial de los creadores: reseña de “El peligro de estar cuerda”, de Rosa Montero

El peligro de estar cuerda es el último libro que ha publicado Rosa Montero. Una obra en donde la escritora busca responder a esta pregunta: ¿cómo de conectados están, sobre todo en el ámbito de la literatura, lo extravagante y la creatividad?
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¿Qué hace diferentes a las personas creativas de quienes no lo son? ¿De qué manera son distintas las mentes y las experiencias de los escritores de las de quienes no ejercen esa forma de delirio controlado que es la creación artística?  Rosa Montero explora estos temas en un ensayo de autoconocimiento y análisis de la vida y obra de escritores, que entreteje con memorias autobiográficas y con un relato de autoficción. 

Su característico estilo de conversación informal es rico en giros interjectivos (“Bingo”, “Qué miedo”, “Madre mía”); coloquialismos añejos (“patochada”, “escuchimizo”); referencias a sus propios libros (“Ya conté en…” o “Cuando estaba escribiendo…”); confesiones y anécdotas de su propia vida y al proceso de este mismo libro.  Más allá de un tono, Montero establece una cercanía con el o la lectora, se gana su confianza a fuerza de hablarle con sinceridad y pasión de su búsqueda, y de reconocer el carácter personal y limitado de sus descubrimientos y conclusiones

Toda esta subjetividad alterna con una vastísima red de referencias a las biografías, libros de memorias y obras de creación, quizá con énfasis en escritoras (Virginia Wolf, Ursula K. Le Guin, Doris Lessing, Janet Frame, y en especial Emily Dickinson y Sylvia Plath), pero también innumerables varones de diversas lenguas y temporalidades (Nathaniel Hawthorne, Scott Fitzgerald, August Strindberg, Thomas Bernhard y Emmanuel Carrère, entre muchos otros).  Recuerdo que en La ridícula idea de no volver a verte (2013), que relata la vida de Marie Curie en correlato con la reciente pérdida de su compañero de vida, Montero contaba que había leído cientos de biografías en su vida.  En esta obra muestra con creces su inmersión en el género, y consolida su interés en narrar desde la subjetividad, desde la necesidad de construirse a sí misma.

El tercer afluente de su abundante río son los aportes del psicoanálisis y la ciencia.  Si bien cita de pasada a Sigmund Freud y a Didier Anzieu, es en el libro El genio y la locura de Phillipe Brenot donde encuentra intuiciones iluminadoras, en tanto obras de neurobiología y neurociencias, en especial las de Mara Dierssen y Eric Kandel, la llevan a representarse el “cableado” y la química  cerebral de su especie, la de los artistas, e incluso asocia propuestas como el síndrome de las Personas Altamente Sensibles (PAS), de Elaine Aron, y la teoría de la simbiogénesis, de Lynn Margulis.  Su formación como reportera y entrevistadora la han convertido en una lectora voraz que incorpora saberes multidisciplinarios en relatos apasionantes de divulgación, porque Montero es ante todo una narradora muy hábil, que nos conduce hacia la experiencia vital de muchos personajes. 

En veintidós capítulos –sin números y con títulos sugestivos-, deambulamos por rarezas de infancia, ataques de pánico juveniles, hipersensibilidad al entorno o inmadurez cerebral para centrar la atención a cambio de mayor capacidad para hacer múltiples conexiones e imaginar posibilidades.  Así llegamos con ella a dos sencillas verdades que cimientan muchos de sus razonamientos: somos iguales, y también diferentes.  Algunos artistas y escritores se vuelcan en la obra como respuesta a traumas tempranos.  Todos tienen una certeza inicial de afecto y han aprendido a disociarse.  Todos requieren el reconocimiento. 

Otros escritores han comentado la insatisfacción en el mundo como germen de la obra, pero Montero se centra en el cómo ocurre esta relación; recorre el tema de las peculiares formas de ser sensibles, o bien los desórdenes mentales, como la depresión y la esquizofrenia, así como algunas terribles experiencias de internamientos psiquiátricos.  Explora asimismo la relación de la creatividad con las drogas y con el alcohol; con el abuso y el miedo; con la locura, el suicidio, la decadencia y la vejez. 

Los escritores desarrollan la capacidad de disociarse para poder analizar su experiencia e imaginar historias, y en su creación construyen un orden y dan sentido al caos.  En contrapunto con las experiencias de delirio y dolor, la escritura les brinda momentos de integración al todo, de satori, ese concepto japonés que alude a la comprensión lúcida.  Son personas que encuentran en la creación una manera de vivir con intensidad, un gozo indispensable o una salvación.

La construcción de orden y sentido los hace necesarios para los lectores.  El personaje Rosa tiene una impostora que juega a suplantarla.  Su presencia invasiva y a la vez elusiva en periodos aislados de su vida es inquietante.  Es posible que la Otra, el Otro que no tiene la fortuna de dar cauce al sinsentido y al deliro, sea también necesario para quien escribe.  Es posible que sea también lo que la autora ve a través de la ventana, o el motor de su escritura. 

El peligro de estar cuerda es fruto de la madurez de una lectora, de una urdidora de imposturas y una amiga compasiva de quienes han sufrido y gozado con la creación artística y literaria y quienes aspiran a ese océano.  Nos proporciona una lectura grata; es una obra llena de empatía y -por momentos- de esperanza.


Autor: Rosa Montero. Título: El peligro de estar cuerda. Editorial: Seix Barral, Barcelona/México, 2022, 358 pp.


* Cristina María González (Reynosa, Tamaulipas, México, 1958) tiene formación en literaturas hispánicas y en museo-pedagogía.  Es autora de libros de historia empresarial y cultural.  Ha colaborado en la producción de textos para museos y en ediciones independientes. Vive en Monterrey.