jueves, 25 de abril de 2024 00:04h.

Cuando Ken Kesey voló sobre el nido del cuco

En 1962 el escritor Ken Kesey (1935-2001) publicó Alguien voló sobre el nido del cuco. Lo había escrito en los meses anteriores bajo los efectos de las drogas y sin creer demasiado en las posibilidades que podía tener un texto en el que planteaba el día a día de un hospital psiquiátrico. El éxito, sin embargo, fue sorprendente, pero no tanto como la decisión de Ken Kesey: apartar su carrera de escritor, convertirse en un “gurú” de la contracultura y recorrer los Estados Unidos en una furgoneta propagando su mensaje hippie a favor de las drogas. Esta es la sorprendente historia del escritor que creó una de las novelas más exitosas de todos los tiempos.

Cuando en 1975 Milos Forman rodó Alguien voló sobre el nido del cuco ya hacía casi diez años que el autor del libro en que se basaba, Ken Kesey, había abandonado la escritura para, según su propia confesión, explorar desde las drogas todo lo que había más allá de las palabras. Había sido una decisión que le había hecho recorrer parte de los Estados Unidos en una furgoneta, animado por los mundos que había plasmado su idolatrado Kerouac, con el deseo de dar a conocer la contracultura lisérgica, el amor libre y la desobediencia. Eso hizo que, para muchos, fuera tenido como un profeta, con su hueste de seguidores y defensores obsesionados por su mensaje. Incluso después de que, con el tiempo, este acabara apartándose.

Todo había empezado en Perry Lane, un tramo de asfalto ubicado en el suburbio californiano de Menlo Park al que Ken Kesey llegó en 1958 con el deseo de realizar sus estudios universitarios. Allí fue donde, un día, descubrió que el hospital de la zona pedía voluntarios para que experimentaran los efectos de distintas drogas con fines terapéuticos, así que decidió acudir al lugar (no faltan, por cierto, las teorías que afirman que, en realidad, aquello fueran pruebas que la CIA había puesto en marcha para conocer los posibles usos militares de las drogas). De este modo, durante un tiempo, supervisado por los psiquiatras, tomó LSD, peyote y mescalina entre otras sustancias, mientras dejaba constancia en audio de sus sensaciones. Sin embargo, cuando el experimento concluyó, las cosas no terminaron para él. Todo lo contrario: se las arregló para seguir consumiendo por su cuenta esas mismas drogas. Sobre todo,  después de que, tras lograr un trabajo de ATS en el hospital, le fuera fácil acceder a ellas.

Fueron precisamente las experiencias que vivió en el lugar las que le inspiraron su Alguien voló sobre el nido del cuco, que escribió en nueve meses bajo los efectos de esas sustancias y que, a su publicación, se llevó los elogios de la crítica y del público, que valoraron su forma de escribir y el acierto que había tenido al plantear la  trama dentro de un hospital psiquiátrico. Más aún, tras hacerlo desde la perspectiva de un indio al que todos creían mudo y sordo y que narraba la historia del auténtico protagonista de la  novela, McMurphy, un hombre que para evadir la cárcel ingresaba en un sanatorio y que, pese a dominar al principio la situación, al final quedaba engullido por el sistema contra el que trataba de rebelarse.

Kesey no aprovechó, sin embargo, la oportunidad que se le brindó para desarrollar la carrera de escritor que muchos le reclamaron tras la obra. Y todo, pese a que en 1964 publicó una segunda novela, Casta invencible, que también se llevó muy buenas críticas. Y es que en aquel momento Kesey estaba más atento a su gran proyecto: convertir el terreno en el que vivía en la que iba a ser la primera comuna hippie de los Estados Unidos, en donde se practicaba el amor libre, se experimentaba con la música y se buscaban traspasar las llamadas “puertas de la percepción” con las drogas que el mismo Kesey suministraba. Y todo, para que sus visitantes, que cada vez llegaban en mayor afluencia, “alcanzaran el verdadero estado de felicidad”. Allí estuvo por ejemplo Jerry García, de los Grateful Dead, que acabó siendo uno de los principales promotores de ese modo de vida lisérgico por el territorio californiano, además del escritor Neal Cassady. Ellos fueron los que iniciaron con Kesey el viaje en furgoneta por los Estados Unidos que señalábamos más arriba y que plasmó el periodista Tom Wolfe en su clásico Ponche de ácido lisérgico, una crónica del exceso y a ratos de la sinrazón que publicó en 1968 sin ocultar ninguna de las experiencias que se habían vivido.  

Will Sampson Jr. ("Gran Jefe") y Jack Nicholson (McMurphy) 

Sin embargo, al final, Ken Kesey se acabó cansando de todo. Hacia 1970 regresó junto a su esposa y dejó atrás todas esas experiencias. Sin que por ello su fama decreciera y se siguieran leyendo sus libros de forma masiva. No es casual, de hecho, que tras muchas intentonas fuera entonces cuando el actor Michael Douglas, que poseía los derechos de la obra desde que, al poco de la aparición del libro, los había comprado su padre (que también había interpretado a McMurphy en la versión teatral), lograra poner en marcha la adaptación de Alguien voló sobre el nido del cuco al cine. Y el resultado fue una excelente película que contó con un Jack Nicholson en estado de gracia. Con ella, se terminó de inmortalizar la obra de Kesey, aunque en ella se hicieran algunas modificaciones importantes respecto a la obra original.  

Pero tampoco eso hizo que Kesey volviera a involucrarse en su carrera de escritor. Solo tras algún tiempo retomó la escritura para dejar algunos textos de menor importancia, entre ellos, algunos ensayos, varios cuentos y una novela llamada Sailor Song que publicó en 1994. En 2001, tras sufrir en los últimos años diabetes, falleció. Poco después de los ataques del 11 de septiembre. Por aquel entonces, hacía ya mucho que la cultura hippie había desaparecido como fenómeno colectivo. Y el mundo de las drogas había terminado totalmente, tras convertirse en algo prohibido que se desarrollaba en unos entornos muy distintos a los que él había defendido. Pero sí le quedó algo de esos años: un libro que, a fecha de hoy, sigue generando las mismas sensaciones que cuando se publicó. Un clásico que muchos quisieron haber escrito y que él hizo sin creer demasiado en él y sin saber muy bien hasta dónde pensaba llegar. Y todo, porque quería exponer algo sobre los modos con que actúa el sistema con aquellos que se salen de la norma. Aunque, con ello, acabara saliéndose también de sí mismo.