viernes, 19 de abril de 2024 00:01h.

Erich Maria Remarque y 'Sin novedad en el frente', la novela que el nazismo quemó por ofrecer la otra cara de Alemania

Hoy, 22 de junio, se cumple el aniversario del nacimiento de los autores más importantes del siglo XX: Erich Maria Remarque, que con su obra Sin novedad en el frente supo trasladar su mensaje antimilitarista. 
Erich Maria Remarque (Foto: Wikimedia Commons)
Erich Maria Remarque (Foto: Wikimedia Commons)

En los meses de mayo y junio de 1933 distintos adeptos del nazismo se reunieron en las plazas de las principales ciudades alemanas para arrojar miles de libros a las llamas. Thomas Man, Havelock Elis, Sigmund Freud, Albert Einstein, Ernst Hemingway, Franz Kafka, Jack London y H.G. Wells, fueron algunos de los autores señalados; al igual que  Erich Maria Remarque, principalmente, por una obra que tras su publicación en 1929 se había convertido en una de las principales referencias de la causa pacifista: Sin novedad en el frente.

Erich Maria había nacido en Osnabrük, un 22 de junio de 1898, y a diferencia de muchos de esos jóvenes que quemaban enfervorizados su libro, había empuñado las armas por Alemania en la Primera Guerra Mundial y lo había pagado con heridas y sangre. Por eso Sin novedad en el frente resultaba tan peligrosa a los jefes nazis. Porque la historia que se narraba allí de Paul Bäumer y sus compañeros Müller, Albert Kropp, Katczinsky y Tjaden era la historia de muchos compatriotas que habían pasado “de una existencia llena de la más absurda superficialidad hacia un abismo de dolor”. De ese mundo juvenil e inconsciente, en que la guerra se contemplaba como algo glorioso y heroico, a una realidad que lo único que les había ofrecido era desesperación, trincheras, miedo, hambre, dolor y muerte.  

Con su obra Erich Maria Remarque había destapado, pues, una ilusión que los líderes de su país habían aireado para que a sus ciudadanos resultara tolerable la guerra. Y  había denunciado las soflamas patrióticas que no tenían otro objetivo que sembrar el odio y lograr que un grupo de seres humanos se mataran entre sí. Y esa revelación de que el mundo había formado parte de una ilusión era un mensaje demasiado duro para la propaganda del nazismo, que sentía la necesidad de vengar la humillación que había sufrido Alemania tras el Tratado de Versalles. Por eso, por revelar esa verdad incómoda, Sin novedad en el frente, no merecía otra cosa para el nazismo que las llamas.

Ese mayo de 1933 Erich Maria ya no vivía en Alemania. Se había trasladado a Suiza el año anterior tras sentir que el ambiente que vivía era muy similar al que había sufrido antes de la Gran Guerra. Y cuando vio que, efectivamente, el fantasma del odio recorría Europa decidió trasladarse en 1939 a los Estados Unido, en donde su obra se vendía muy bien, sobre todo, después de que Lewis Milestone hubiera hecho en 1930 una aplaudida adaptación cinematográfica de Sin novedad en el frente que se llevó el Oscar a la mejor película y al mejor director. Así que aprovechó la estancia para, con tranquilidad, seguir escribiendo, publicando títulos como Náufragos o Arco de triunfo; llenando también su vida sentimental de romances, pues, tras divorciarse de su esposa Ilse Jutta Zambona, tuvo algunas relaciones, entre ellas, una muy sonada y mediática con la actriz (alemana y antinazi) Marlene Dietritch. Aunque también guardó momentos para la desesperación: en 1943 supo que los de Hitler habían asesinado a su hermana, tras ser acusada por su casera de haber hecho “declaraciones terroristas”, algo que al escritor supo a excusa. A fin de cuentas, era muy posible que su principal delito hubiera sido el de llevar el mismo apellido que él.

Luego de la Segunda Guerra Mundial Erich Maria regresó a Suiza, y se casó con otra actriz, Paulette Goddard, que años atrás había parecido en la película Tiempos  Modernos y que había sido poco atrás la esposa de Charles Chaplin. Y escribió títulos como Tiempo de vivir, tiempo de morir (1954), que igual se adaptó al cine, o la que fue su última novela, Sombras en el paraíso. Títulos de calidad que, sin embargo, no pudieron repetir el éxito de su primera novela. A fin de cuentas, Sin novedad en el frente había nacido de unas circunstancias demasiado excepcionales como para que fuera fácil volver a crear algo tan trascendente. Y es que hay pocas obras que logren dar voz a toda una generación de combatientes que se deshicieron por la guerra. Que se sentían incomprendidos por quienes les antecedieron y sucedieron y que, pese a todo, quisieron agarrarse a la esperanza de que el mundo volvería a ser el que habían vivido. “No es posible que se haya desvanecido para siempre –se decía- aquella ternura que llenaba de inquietud nuestra sangre, aquella incertidumbre, aquel encantamiento, aquel ansia de futuro, los mil rostros del porvenir, la melodía de los sueños y de los libros, el deseo y el presentimiento de la mujer… No es posible que todo haya perecido en los bombardeos, en la desesperación, en los prostíbulos para soldados”.

Cuando Erich María Remarque falleció, en 1971, el nazismo parecía ser ya cosa del pasado, pero las prácticas que se habían denunciado seguían igual de vigentes. Esa crítica del mundo que había vivido, que había trastocado su juventud y sus ideales, hoy día sigue siendo una llamada a las conciencias y al pensamiento. Que es, precisamente, lo que la sigue convirtiendo hoy, en muchos lugares, en algo subversivo.