lunes, 09 de diciembre de 2024 00:03h.

La historia de amor que dio origen a ‘El Principito’

Si hay un clásico de la literatura infantil, ese es El principito. Sin embargo, no es tan sabido que su historia está inspirada en la tormentosa relación de amor entre Antoine Saint-Exupéry y su esposa Consuelo Suncín-Sandoval. De hecho, solo sabiendo sus circunstancias, podremos conocer en su plenitud los aspectos del texto.

Se conocieron en septiembre de 1930, cuando Antoine estaba en Buenos Aires trabajando como piloto comercial para una empresa de mensajería. Ella tenía 29 años (uno menos que él), había nacido en El Salvador y entre sus muchas facetas artísticas estaban las de escritora, pintora y escultora. Era joven, pero ya se había casado, divorciado, vuelto a casarse y enviudado. Su carácter, alegre y magnético, además de su atractivo físico, encandilaron al entonces poco conocido escritor, quien quedó tan prendado de ella que al poco le pidió matrimonio. Aún así, Consuelo puso algunas distancias hasta que, finalmente, en 1931 la pareja se casó en Francia, a donde habían ido tras perder Antoine su empleo.

En los casi catorce años que estuvieron juntos vivieron un amor controvertido, pleno de  momentos apasionados, pero también de peleas y altibajos, muchas veces por la vida bohemia y las infidelidades de Antoine. De hecho, aunque hoy pueda sorprender, dada la fama de la obra, El Principito fue, entre otras cosas, el resultado de esa tormentosa relación, pues en ella su autor expresó sus sentimientos, dudas y pensamientos, además de, como señalan los biógrafos, la búsqueda del perdón de su amada. Así, Consuelo sería la rosa del libro, a la cual el principito ama y cuida, protegiéndola bajo una campana de cristal, pese a sus sentimientos encontrados.


Antoine y Consuelo

El Principito se publicó en 1943 y, aunque los resultados fueron buenos, Saint-Exupéry nunca tuvo, desafortunadamente, la oportunidad de conocer su impresionante éxito posterior. Un día de julio de 1944 desapareciómientras sobrevolaba el Mediterráneo –dicen que fue derribado por un avión alemán, si bien, hay dudas al respecto-, dejando a Consuelo viuda y entre lágrimas mientras el éxito de El Principito iba incrementándose. Este, de hecho, acabó generando una lucha entre ella y la familia de él por sus derechos de autor en la cual ninguna de las dos partes quiso retroceder. Hasta que, finalmente, en 1979 Consuelo falleció y su figura quedó relegada al olvido.


Consuelo de Saint-Exupéry en Montreal (1942)

Solo la aparición de un manuscrito en donde ella explicaba su relación con su esposo –publicado en el 2000 bajo el título de La memoria de la rosa- permitió recuperar su papel en la historia de la gran obra de Saint-Exupéry. Desde entonces diversos investigadores quisieron conocer la vida de la mujer que había tras la rosa, publicándose así biografías como la que le dedicó Paul Webster (La rosa del principito) o, ya en tiempos muy recientes, un volumen con las cartas que se dedicó la pareja (Correspondance, 2021) y que resultan especialmente interesantes porque, para Antoine y Consuelo, fueron el único modo de recorrer la distancia que les separaba en sus viajes, plasmando así, de forma reflexiva, sus sentimientos y todo lo que necesitaban y añoraban. En ellas, además, se corrobora esa relación de contrastes, de distintos mundos y pareceres, sin dejar de reflejar su amor real. “Amo tus inquietudes y tus enfados. Me gusta todo aquello de ti que está solo a medias domesticado”, le dice él en una de las primeras misivas. Y ella responde poco después: “Por largos días vivirás lejos de mí. ¿Quién te va a despertar cada mañana? ¿Quién te abrazará? El viento, la luna, la noche no te regalarán caricias tan suaves y cálidas como las que te da tu mujercita”. Aunque, a veces, el amor les resulte hiriente: “Consuelo, cariño, no sabes hasta qué punto me haces sufrir”, dice Antoine. “Lloro de emoción, tengo tanto miedo de exiliarme de tu corazón...”, es una de las respuestas de ella.


Pulsera que, muy probablemente, llevaba Saint-Exupéry cuando su avión su estrelló. Allí puede leerse su nombre junto al de su esposa (también, los datos de su casa editorial en Nueva York). La halló un pescador en 1998 y permitió hallar su avión años después. 

Dicen algunos investigadores que es un error considerar El Principito una obra infantil. Y tienen razón. Aunque, al final, todo dependa de la perspectiva. Porque esa obra que nació de ese amor, el perdón y el recuerdo, ha volado, libre, ajena a todo lo demás, para acercarse al corazón de sus lectores. A los niños que la descubrieron y descubrirán, y a los adultos que quieren recordarse siendo niños. Quizá Saint-Exupéry no la concibió así, pero el tiempo ha hecho que su texto hoy nos pertenezca a todos.