sábado, 20 de abril de 2024 00:00h.

James Robert Baker: el escritor que con ‘Boy Wonder’ quiso 'incendiar' Hollywood

Se califica a James Robert Baker (1946-1997) como uno de los autores de culto más trasgresores del siglo XX. Un hombre polémico que reflejó en sus libros el lado más cruel y oscuro de los Estados Unidos. En su novela Boy Wonder pintó las interioridades del mundo de Hollywood. Se suicidaría un 5 de noviembre de 1997, abrumado por las malas críticas y sus pobres ventas.

James Robert Baker
James Robert Baker

James Robert Baker nunca logró obtener la trascendencia que había deseado. Ni como guionista, ni como escritor, ni como cineasta. Y esto, pese a estar convencido de que tenía talento para convertirse en uno de los mejores autores de su generación. Alguien capaz de abrir un camino para quienes se sentían desplazados por su país, los Estados Unidos, que siempre pinto en sus textos como crueles, cínicos y duros con quienes no seguían el camino trazado por la mayoría. Él mismo, desde niño, se había sentido un extraño, alguien irrelevante a quien sus padres, extremadamente conservadores, rechazaron tras descubrir que su hijo era homosexual. Dos datos que marcarían su arte y que estuvieron muy presentes cuando, poco después de cumplir los 51 años, tras una carrera llena de vaivenes en la que él mismo se había boicoteado a base de alcohol, drogas y frases incendiarias, decidió quitarse la vida.

De lo que no hay duda es de que Baker dejó algunos libros merecedores de un mayor reconocimiento. Había aterrizado en la literatura con casi cuarenta años, tras trabajar como escritor de guiones cinematográficos y abandonar el oficio al considerar que, como no le permitían desenvolver su creatividad, podría expresarse en el ámbito de la novela. Y así, escribió Adrenalina, en donde ofrecía su visión del mundo gay y ya apuntaba muchas de sus obsesiones personales. Luego publicaría Fuel-Injected Dreams, que pese a mejorar las ventas del anterior no satisfizo sus expectativas, aunque con el tiempo la obra acabara convirtiéndose en indispensable para muchos lectores que disfrutaron con la crítica afilada que dirigía allí contra la industria de la música.

Pero es seguramente su tercera novela, Boy Wonder (la única que, con el nombre de Mejor productor, se ha publicado en español), de 1988, su gran obra, además de la más interesante por su original estructura. Un libro salvaje, exagerado, que en sus más de 500 páginas da un retrato terriblemente ácido del mundo de Hollywood que había conocido, recorrido por las drogas, los chantajes, el sexo y la violencia. Todo, a través de la historia ficticia de un cruel y egocéntrico productor de cine llamado Shark Trager que, sin importarle los medios, asciende hasta lo más alto dejando a su paso una estela de horror y abusos (de hecho, muchas de sus circunstancias recuerdan a las de alguien mucho más actual: Harvey Weinstein). Y todo, mientras Baker nos da a conocer a un sinfín de personajes que pinta con un realismo y una profundidad psicológica poco habituales, complementando todo con un estilo literario muy visual y unos diálogos intensos y cortantes que logran impactar al lector.

Como siempre, Baker depositó sus esperanzas en el libro y como siempre, pasó desapercibido. Pero, en lugar de cambiar sus planteamientos, decidió mostrarse más mordaz y terrible que nunca en su siguiente novela. Y el resultado fue Tim and Pete, de 1993, en donde llevó al extremo los rasgos más crueles y sórdidos de sus obras anteriores, postura esta que, junto a sus violentas palabras en contra del ala más conservadora del Partido Republicano, le llevó a cosechar un sinfín de críticas negativas. Fue entonces cuando el hombre que había querido destruir todo y ser un nuevo Bukowski comenzó a quebrarse y a sumergirse en una depresión y una espiral de autodestrucción de la que ya no supo salir. Un 5 de noviembre de 1997 se quitaba la vida. Según su pareja, porque no había podido soportar tantos fracasos.

Quizá incluso creyó que a su muerte le pasaría como a algunos autores clásicos que en vida nunca recibieron recompensa alguna por su talento. Que, por ejemplo, le pasaría como al injustamente maltratado Herman Melville. Aunque ese deseo, de momento, no se ha materializado, pese a que hoy día se le considere un “autor de culto” y cuente con un nutrido grupo de seguidores que buscan desesperadamente las primeras ediciones de sus libros. Solo el tiempo dirá si será capaz de escapar de esa categoría y alcanzar la fama que deseó. De momento, sus libros siguen esperando una oportunidad. Y Boy Wonder, al menos, la merece.