jueves, 25 de abril de 2024 09:03h.

Más allá de Ignatius J. Reilly: la historia de 'La conjura de los necios', la obra maestra de John Kennedy Toole

A principios de los años ochenta miles de lectores de todo el mundo convirtieron a La conjura de los necios, de John Kennedy Toole (1937-1969), en uno de los mayores éxitos de su tiempo. La crítica igual lo consideró como uno de los mejores libros del siglo, e incluso ganó en 1981 un Premio Pulitzer. Sin embargo, tuvo que publicarse póstumamente, pues su autor sufrió siempre el rechazo de las editoriales. Esta es su trágica historia. 

Al principio nadie, salvo su autor, pensó que Ignatius J. Reilly, el protagonista de La conjura de los necios, acabara convirtiéndose en uno de los más atractivos de la historia de la literatura. Un joven de treinta y pocos años, con sobrepeso, extravagante en sus formas de vestir, amante del cine de serie B, lector de Batman, fan del Oso Yogui, aficionado a la Edad Media, glotón y egocéntrico, mantenido por su madre, que paseaba por el mundo convencido de ser un genio incomprendido. Pero que igual ofrecía un carisma y un atractivo especial que hacían de él un personaje único y entrañable. Por eso Walker Percy en el prólogo de la primera edición de la novela lo calificó como “una mezcla de Santo Tomás de Aquino, Don Quijote y Oliver Hardy", señalando, además, todo lo que tenía de propio creador, John Kennedy Toole, pues este había proyectado en él un “yo” hiperbólico insatisfecho ante ese mundo cruel e indiferente al que se veía obligado a pertenecer. 

A Kennedy (“Kenny”, como le solían decir) su madre le había asegurado que algún día haría algo grande. Su inteligencia le permitía destacar en los estudios sin necesidad de realizar grandes esfuerzos. Entonces vivía en el sector más pobre de Nueva Orleáns, clave en su educación como escritor, pues allí conoció de primera mano el mundo afroamericano y latino, el jazz y, sobre todo, las desigualdades sociales y raciales del mundo cínico que le rodeaba. Intentó, de hecho, plasmar parte de estas cuando con tan solo 16 años realizó su primera novela, La Biblia de Neón, pero tras presentarla a un concurso y pasar por él sin pena ni gloria, consideró que debía madurar un poco más su estilo. Después se graduó, gracias a una beca, con honores en Letras en la Universidad de Tulane. Y comenzó a crear a Ignatius y a los excepcionales personajes de su entorno.  

Escribió La Conjura de los necios en Puerto Rico, mientras estaba en el ejército. Y al culminarla estuvo convencido de que tenía entre manos una obra maestra. Un título en donde, sin renunciar a la comicidad, mostraba una crítica irónica a la sociedad, al activismo hipócrita, a la intelectualidad fría y sin corazón, a los bohemios que no hacen otra cosa que pretender serlo, al culto al dinero y a la cultura del éxito tan presentes en su país; mientras hablaba, además, del lado menos amable del ser humano, la violencia doméstica, el racismo y las desigualdades sociales.  

Por eso quiso publicar el texto en una editorial importante, eligiendo para ello a la “Simon & Schuster”, pero, para su sorpresa, le comunicaron que su obra “no trataba realmente de nada” y, por tanto, no podían aceptarla. Luego lo volvió a intentar, pero se llevó nuevamente desprecios, y cuando ilusionado logró contactar con el editor Robert Gottlieb, este se limitó a sugerirle algunos cambios y a decirle que su libro no tendría posibilidades comerciales.  

Demasiados rechazos para la insegura mente de John, quien poco a poco fue agravando la depresión que padecía desde hacía algún tiempo. Había bebido alcohol siempre, pero a partir de ese momento lo hizo de una forma mucho más exagerada. Además, comenzó a sufrir migrañas y episodios de manía persecutoria. Algunos, fundados, pues al parecer el escritor George Meaux quiso robarle la novela para publicarla como propia. Otros, en cambio, frutos de sus delirios (afirmaba, por ejemplo, que en su casa había aparatos para leerle la mente). Se sentía un fracasado y cuando, a principios de 1969 protagonizó una fuerte pelea con su madre, decidió dejar el hogar, tomar su coche y recorrer el país. Sin embargo, eso no cambió nada. El 26 de marzo, estando en las afueras de Biloxi, Mississippi, decidió aparcar su Chevy Chevelle azul en un lugar solitario. Agarró una manguera y puso un extremo en el tubo de escape y el otro en el interior del vehículo. Y así, fríamente, con solo 31 años, se suicidó inhalando monóxido de carbono, mientras bebía bourbon y preparaba su nota de despedida.

La historia de La conjura de los necios, afortunadamente, no terminó allí. Su madre puso desde entonces todos sus empeños para publicarla. Y así fue acumulando negativas hasta lograr que el mencionado Walter Percy leyera el manuscrito. De hecho, si él aceptó aquello fue para acallarla, pues su insistencia había rozado el acoso, pero inmediatamente quedó fascinado por el contenido. Y de este modo, en 1980, se publicó al fin la obra maestra de John, recibiendo críticas inmejorables y el respaldo de unos lectores que rieron y disfrutaron de las andanzas y pensamientos de Ignatius J. Reilly. Al año siguiente, además, recibió un premio Pulitzer en donde quedó de manifiesto la ceguera de los editores que lo habían rechazado. Y de este modo John Kennedy Toole se convirtió en uno de los escritores más grandes de su generación; uno de esos seres enigmáticos cuya ironía supo hacer reír a sus lectores aún con toda la tristeza de su interior. Alguien que, pese a todo, logró convertirse en el autor que siempre había querido ser.

* Para conocer un poco más a John Kennedy Toole, recomendamos la lectura de Una mariposa en la máquina de escribir, la biografía que le dedicó Cory McLauchlin.