viernes, 29 de marzo de 2024 00:02h.

Robert L. Stevenson, el Dr. Jekyll, Mr. Hyde y su lucha contra la tuberculosis

Robert Louis Stevenson (1850-1894) estuvo enfermo la mayor parte de su vida. Pero eso no le impidió viajar, enamorarse y, sobre todo, crear obras tan influyentes como su clásico El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Allí planteó una historia que anticipaba el psicoanálisis y que dice mucho de la lucha que sostuvo para encontrar la luz en la oscuridad que le rodeaba.

R.L. Stevenson
R.L. Stevenson

Los padres de Robert Louis Stevenson supieron desde muy pronto que su hijo no iba a gozar de buena salud. Era enfermizo y tenía problemas respiratorios, así que, para protegerle del clima frío de su Escocia natal, se vieron obligados a encerrarle en su cuarto en numerosas ocasiones. Luego, en la adolescencia, mejoró y hasta ingresó en la Universidad para estudiar Ingeniería y luego Derecho, pero tampoco esa tregua le duró mucho tiempo, pues cuando rondaba los 25 años contrajo una tuberculosis. Fue entonces cuando, en contra de las recomendaciones médicas, aseguró que ya no quería ocultarse más. Que quería ver el mundo. Antes de que no le fuera posible. Y así hizo. Poco después conocía en Grez (Francia) a Fanny Osbourne, una mujer de la que se enamoraría perdidamente y con la que se casó en 1880.   

Entonces ya Stevenson había decidido dedicarse por entero a su carrera literaria y no a la que había dedicado sus estudios, que había iniciado más por satisfacer a sus padres que a causa de una verdadera vocación. A fin de cuentas, guardaba en su interior demasiadas fantasías como para dedicar sus días a tareas que, aunque le aseguraran un medio de vida, le impedían desarrollarse como deseaba. Y se entregó a ello con tal devoción que pese a su corta vida consiguió escribir una sorprendente cantidad de libros, algunos tan distintos que a veces no parecen obra de una misma persona. Así, dejó relatos, numerosas poesías, libros de viajes, ensayos, cuentos y, por supuesto, novelas, las principales causantes de su fama, sobre todo, La isla del tesoro, que le permitió conectar con los sueños de varias generaciones de jóvenes que encontraron en ella unos personajes tan inolvidables como ausentes de maniqueísmos.

Hay sin embargo una obra en donde Stevenson expresó gran parte de sus tormentas interiores y que le permitió experimentar con el horror de una forma tan fascinante como innovadora, El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, nacida de una pesadilla que sufrió en 1885 y le dejó totalmente impresionado. Escribió una primera versión en tan solo tres días y luego se la dio a su esposa, como solía hacer, pero a esta le disgustó tanto el resultado que Stevenson decidió arrojar el manuscrito al fuego y empezar desde cero. Y, esta vez sí, de nuevo en tres días, completó la versión que todos conocemos.

Fanny Van de Grift, la mujer de Stevenson

El libro pronto se convertiría en uno de sus mayores éxitos, seguramente, por lo fascinante que resultaba la idea de que dentro de un mismo individuo pudieran convivir varias personalidades. Más aún, cuando todavía faltaba algún tiempo para que Freud teorizara sobre el inconsciente y sus oscuros secretos y asegurara que el individuo era incapaz de controlar lo que pasa por su mente. De modo que es posible afirmar que Stevenson anticipó algunas de las teorías centrales de la psicología moderna, aunque, por supuesto, su obra ofreciera mucho más. Por eso es una de esas pocas novelas decimonónicas que han sabido adaptarse a las circunstancias de los siglos XX y XXI, dando, además, un sinfín de adaptaciones y variantes en donde se han ido potenciando sus aspectos fantásticos, psicológicos o incluso científicos.  

Hay algo que sin embargo conecta directamente este título con la vida de Stevenson y que algunas veces no se tiene en cuenta: la escribió cuando estaba sometido a los estragos de la tuberculosis. Y es que, como expresó en 1893: “Durante catorce años no he conocido un solo día efectivo de salud. He escrito con hemorragias, he escrito enfermo, entre estertores de tos, he escrito con la cabeza dando tumbos”. Por eso el libro puede verse también como un reflejo de esa lucha que libraba Stevenson contra su particular Mr. Hyde y que le hizo sentirse mortal demasiado pronto. “Muera un hombre a la edad que muera, morirá joven”, escribió en uno de sus ensayos, transpirando la melancolía que tantas veces le acompañó. Así, Hyde era también el lado oscuro de su enfermedad, en contraposición a la vida luminosa que buscó siempre Stevenson con desesperación y que le llevaría a terminar sus días en Samoa, un 3 de diciembre de 1894, a los 44 años, en donde se había trasladado tiempo atrás junto a su esposa. Tras dejar un buen número de libros que lograron estar entre los más influyentes e importantes de ese siglo XIX; el resultado de sus sueños y de su lucha por llevar, pese a todo, la vida que siempre había deseado.