“Sueños y fantasías para una despedida”: crítica de “La ciudad de vapor”, de Carlos Ruiz Zafón
El último libro de Carlos Ruiz Zafón, La ciudad del vapor, recopila algunos de los cuentos del escritor barcelonés. Y aunque solo tres de ellos resulten inéditos igual es un placer tenerlos todos, recopilados en un solo volumen, y sirviendo de homenaje a un autor que falleció demasiado pronto (este mes de junio se cumplirá el año de su desaparición) y que logró aunar el favor del público y de la crítica con sus obras.
“El día que se acabó el mundo me pilló en el cruce de la Quinta con la Cincuenta y siete, mirando el móvil”. Así se inicia el último de los cuentos del libro póstumo de Carlos Ruiz Zafón, La ciudad del vapor, una colección de textos con la que su autor vuelve a transportar a sus lectores hacia ese peculiar mundo que construyó y que camina entre la realidad, la fantasía, la historia y los sueños.
Son, en total, once los cuentos que se ofrecen en el presente volumen (aunque, de todos, únicamente tres resultan inéditos: “Blanca y el adiós”, “Sin nombre” y “Una señorita de Barcelona”). Y aunque seguramente sus seguidores hubieran preferido un libro que ofreciera una nueva historia, completa y compleja, igualmente disfrutarán con estas historias en las que aparecen ángeles y fantasmas, que se desvanecen, brujas, niños dickensianos que se enamoran y seres que se transmutan en otros. Del mismo modo que disfrutarán recorriendo esa Barcelona misteriosa que siempre acompañó a su cementerio de libros olvidados, la “de torres, palacios y callejones que palpitan en el miasma de una perpetua tiniebla”. Como disfrutarán, también, con el estilo que utiliza Zafón, que encaja muy bien en el género del cuento y que mezcla sus facetas de literato gótico y expresionista, cronista victoriano y, sobre todo, hombre enamorado de los libros. Basta, para comprobarlo, leer el cuento que tiene como personaje protagónico al mismísimo Miguel de Cervantes, “El príncipe de Parnaso”, y que es, sin duda, uno de los más interesantes de este volumen. No en vano, ubica al autor de El Quijote en los tiempos previos a la escritura de su gran obra, y es interesante encontrarle soñando tener algún día la fama de Lope de Vega y los modos en que, según Zafón, acaba por conseguirlo. Y aunque es verdad que el desarrollo es similar al que hemos visto ya en algunas historias, igual su autor sabe imprimir su estilo y salir airoso.
Es, precisamente, el de Cervantes el único texto en el que la capital catalana no es el centro de la acción. El resto, en cambio, nos transportará a muy distintas Barcelonas, todas con el hecho común de aparecerse envueltas por lo mágico: la medieval, la de inicios del siglo XX, la de los años del pistolerismo, la de la Guerra Civil y el franquismo o, entre otras, la que recorrió el mismísimo Gaudí ( y que aquí protagoniza aquí un relato que Zafón enmarca en la construcción de la Sagrada Familia). Y todo, entre homenajes –a veces evidentes, a veces no tanto- del autor a Edgar Allan Poe –allí encontramos, por ejemplo, a una Annabel Lee-, H.P. Lovecraft, Mary Shelley, Lewis Carroll y, por supuesto, Bram Stoker.
Sí, al final, el libro se hace corto, demasiado. Y, por supuesto, duele leer la última página. Porque supone la despedida a un autor que logró llevar la fantasía a toda clase de públicos hasta conseguir que transitaran por otros mundos. Un autor que falleció demasiado joven y que, con mayor suerte, podría habernos seguido dando muchas más historias y sueños. Alguien a quien, por los tiempos en que vivimos, se le va a extrañar mucho. Muchas gracias por todos estos años.